Plañideras egipcias
"Si siguieras mi consejo, Fiodor Mijailovich, cede a tu pena, no la resistas, llora como una mujer. Ese es el gran secreto de las mujeres, eso es lo que les da ventaja sobre los hombres como nosotros. Saben cuándo ceder, cuándo echarse a llorar. Nosotros, tú y yo, no lo sabemos. Aguantamos, embotellamos la pena dentro de nosotros, la encerramos a cal y canto, hasta que se convierte en el mismísimo demonio. Y entonces nos da por cometer alguna estupidez, solo con tal de librarnos de la pena, aunque no sea más que un par de horas. Sí, cometemos alguna estupidez que luego habremos de lamentar durante toda la vida. Las mujeres no son así, porque conocen el secreto de las lágrimas. Tenemos que aprender del sexo débil, Fiodor Mijailovich; tenemos que aprender a llorar".
Le dice Ivanov a Dostoievski en El maestro de Petersburgo (J.M. Coetzee)
6 comentarios:
muy de acuerdo!!
Vaya pues yo disiento, llorar es bastante estúpido y hay que procurar hacerlo en muy contadas ocasiones en la vida y ante verdaderas desgracias.
Y de paso es un acto bastante impúdico e incómodo si se tiene la poca consideración de realizarlo en público.
Las mujeres siempre han llorado más porque es una forma de expresar la impotencia, su lugar en la historia no le ha facilitado para la acción.
Y porque siempre ha tenido más motivos para llorar, hay un dicho francés: "Siempre son las mujeres las que están tristes".
Lo que me faltaba, promover el gimoteo y tener ver a hombretones sollozando por las esquinas, cosa que ya se estila en los programas tv por cierto, por cualquier chuminada, voto a bríos que ganas dan de darles motivos para que lloren más fuerte.
Bueno, lo del dicho francés se debía referir a otras épocas, Sonja, porque en la actual no me parece a mí que las mujeres precisamente estén 'siempre tristes'. Y es cierto que hoy día el lloriqueo se ha extendido mucho en el género masculino, pues tanto metrosexual tenía que dejar huella.
También, en línea de lo expuesto en otras entradas ctónicas, no me parecería descartable que el lloriqueo femenino pudiera tener que ver con ciertas tácticas emocionales básicamente radicadas en el ámbito de la pareja. Bien manejada, sería ésta una táctica muy productiva. ¿No recuerdan esa entrada referida al tema de los suicidios, práctica mayoritaria de los hombres aunque resulta que son ellas las que amenazan más con recurrir a él?).
saludos
Estimado Horrach… le regalo un fragmento de la novela que estoy leyendo ahora mismo y le recomiendo: “Libro del recuerdo”, de Péter Nádas… Precisamente es un pasaje de sollozos…
“Aquel llanto no me conmovía especialmente, yo me sabía de memoria todas las posibles variaciones de aquellas lacrimógenas escenas, desde los simples pucheros hasta los sollozos inconsolables, pasando por la llantina sostenida que, en progresivas aceleraciones, culminaba en antiestéticas e insoportables cataratas de lágrima y moco, a las que seguía un lento y verboso desenlace, un estremecimiento y el hipo entrecortado del agotamiento, y su cuerpo quedaba fresco y ligero y, sin aparente transición, ella volvía a ser la de siempre, y parecía incluso más fuerte, autosuficiente y satisfecha que antes. El que yo conociera bien el proceso no significa que pudiera negarle mi consuelo, porque sabía que también lloraba cuando yo no la veía, ella me hablaba con frecuencia, no sin cierta sana ironía, de sus crisis de llanto solitarias, revelando cándidamente que el llanto, demostración desenfrenada de un sufrimiento cargado de autocompasión, también produce placer, y también lloraba, por ejemplo, en presencia de Livia, que era un testigo tan dulce y compasivo como yo, aunque más objetivo; no obstante, las sesiones de llanto que me dedicaba a mí tenían una cualidad especial, un sello personalizado, un punto de ficción, de exageración, de teatro, eran, en cierta medida, la base de una simulación recíproca, elemento fundamental de un sistema de mentiras al que, con el mayor esmero y convicción, tratábamos de dar apariencia de sinceridad, disfrazando de naturalidad y audaz franqueza nuestros embustes; como si con aquel llanto ella ensayara conmigo el papel de la futura mujer, la criatura débil, abnegada, delicada y sensible, cuando en realidad era fría, dura, calculadora, cruel y astuta; en belleza no podía competir con Hedi, pero, mucho más tenaz y despótica, quería mandar en todos y ejercer en nosotros un dominio mayor que el de Hedi, con toda su belleza, lo cual, desde luego, no pasaba de ser otra simulación, y ella sabía que yo lo sabía; ella representaba un papel y probaba cuál de aquellos vestidos perfumados, vaporosos y sedosos, adornados de encajes y volantes que tanto nos gustaban a los dos era el envoltorio más apto para la feminidad que pretendía encarnar; además, el hurto de la prenda hacía más emocionante este juego secreto de las transformaciones, en el que ella jugaba a ser su madre; fui hacia el sofá con paso firme, representando el papel que se me había asignado, en el que debía mostrarme fuerte, comprensivo, tranquilo y, al mismo tiempo, un poco brutal, es decir, hombre, papel que prometía tanta amenidad que no tenía dificultad en asumirlo, por falso que fuera”…
Espero que esté soportando bien su agosto roqueño…
Sigo en Ciudad de México… Llueve todas las tardes… Tláloc se está pasando tres pueblos este año…
Saludos chilangos…
Pau Llanes
Conoces mi devoción por Coetzee. Pues uno de los pocos libros de su bibliografia que no he tenido oportunidad de leer es este, precisamente. Creo que ya está descatalogado y no lo he encontrado en ninguna biblioteca pública, lo que me causa verdadera desazón, porque Dostoievski es otro de los faros que me iluminan.
Pues es raro lo que me dices, porque tampoco hace muchos años que se editó este libro. Yo lo compré de segunda mano en un puesto de libros en plena calle, pero por algún sitio (librería o biblioteca) he visto algún ejemplar. Espero que tengas suerte.
saludos
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