viernes, 13 de agosto de 2010

EL SILENCIO DE DIOS

Los comulgantes (1962)

Tras ver anoche dos de las películas más atípicas (y olvidadas incluso para bergmaníacos como un servidor) de Ingmar Bergman, Esas mujeres (1964) y El ojo del diablo (1960), sigo pensando y sintiendo que el sueco es, junto a Bresson, el cineasta cuya obra más poderosamente ha resquebrajado las paredes del subsuelo que habito. Ni siquiera en el vodevil más surrealista o en la comedia satánica, pierde Bergman aquello que caracteriza su cine más denso y asfixiante. Aunque para cine denso y asfixiante existan casos más paradigmáticos, como Los comulgantes (1962), monumento al desarraigo existencial y espiritual, lleno de hallazgos fascinantes de todo tipo, ya sea a nivel discursivo o estético. Uno de ellos (del primer tipo) es el que se puede ver en el video de arriba: dos actores magistrales, habituales en la troupe bergmaniana, Allan Edwall y Gunnar Björnstrand, preparan la celebración de la misa. El ayudante (Edwall) está leyendo los Evangelios y le comenta su opinión al sacerdote (Björnstrand) respecto al enfoque que allí se plasma sobre el sufrimiento: incluido un brutal padecimiento físico como el de Jesús en la cruz, probablemente no exista un sufrimiento tan atroz como el del desamparo y el abandono total, de modo que una representación hiperviolenta de la Pasión no sería la más adecuada (caso de The Passion de Mel Gibson, por ejemplo). Mejor sería aquella que se centrara en el abandono que comienza por los apóstoles en Getsemaní y acaba en el desesperado "Elí, Elí, lemá sabactaní" [1] gritado desde el Gólgota, la caída progresiva en la soledad definitiva y la posible vacuidad de lo realizado. El famoso silencio de Dios, el vacío absoluto, el desarraigo sin redención.

[1] Lo más chocante, por intrigante, de este pasaje de los Evangelios (Mt 27, 46) es precisamente que exista, que esté recogido a pesar de ir totalmente en contra del discurso de aquellos hombres que lo redactaron. ¿Acto de honradez que evidencia una fe granítica?



- Post scriptum: "El sufrimiento no tiene ningún efecto mágico. El justo que sufre no vale a causa de su sufrimiento, sino a causa de su justicia que desafía al sufrimiento" (Difícil libertad. Ensayos sobre el judaísmo, Emmanuel Levinas).

10 comentarios:

Nano dijo...

Un blog muy interesante, daré una vuelta por aquí de vez en cuando con tu permiso...

saludos

Johannes A. von Horrach dijo...

Muy amable, Nano, y sea usted bienvenido al subsuelo, que aunque sea un lugar feo y desagradable, la entrada no le está restringida a nadie.

saludos.

El doble dijo...

Este es un tema que me apasiona. Realmente me apasiona. Mantengo en vilo una centena de comentarios.

Johannes A. von Horrach dijo...

Pues parafraseando a cierta portada de cierto periódico un cierto día: "el blog en vilo a la espera del centenar de comentarios". No, en serio, me gustaría que interviniera en este debate, estoy seguro de que su punto de vista es interesante y productivo.

Por cierto, he añadido una reflexión de Levinas que se me pasó incluir el otro día. De momento está en una entrada independiente, pero en unas horas la incorporaré a la de Bergman.

saludos

Lectora dijo...

Interesante, ¿es posible hallar una fe granítica, como dices, al otro lado de la fe? sospecho que sí.

Al fin y al cabo un creyente no deja de obrar por un cierto interés: vida eterna, paraiso, complacencia de su Dios.
El que elige obrar justamente sin pretender nada más acaso no está mostrando una fe mucho más inquebrantable en su no-creencia?

En el mundo del cómic quien podría representar esta cuestión sería Solomon Kane:
http://dreamers.com/lospulps/pag2f.html

Johannes A. von Horrach dijo...

¿Vida eterna, paraíso, complacencia del dios? Bueno, puede ser en el caso del creyente de una religión que ya se ha asentado en la historia y en la cultura. Más interesante es todo cuando nos encontramos en los inicios de una religión y todo, por decirlo así, se está formando en esos momentos. En ese inicio, que es una apertura absoluta, la creencia posee unas características muy particulares, pues no tiene que ver con inercia alguna y sí con una cierta fuerza de voluntad. Esa fe tan fuerte, en el periodo inicial del proceso, me tiene muy intrigado.

saludos

Lectora dijo...

Pues sí, tienes razón es curioso, a mi lo que siempre me ha llamado la atención es que las ideologías y creencias más extendidas y populares surjan de una sola persona con una marcada individualidad en su pensamiento.

Nunca sabremos si el grito del Gólgota fue un llanto en forma reproche o algo más.
Lo que no puede negarse es que independientemente de lo que él pensase en el momento de expirar, con su acción modificó el mundo y la prueba es que aún hoy hablamos de aquel día así que tal vez tenía razón cuando dijo lo de "la fe mueve montañas".

El doble dijo...

Por ahora estoy de gira. No me es posible plasmar en la solidez del blog los pensamientos que hierven en mi cabeza.

Anónimo dijo...

Aprovechando que hoy es 20 de agosto:

¿Sería posible analizar el trío erótico Lenin-Trotsky-Stalin desde el punto de vista del deseo mimético girardiano?

Merci.

nl

Johannes A. von Horrach dijo...

jajajaj, interesante la propuesta, Anónimo. El Gabinete de Estudios Miméticos y SacrificiaLes estudiará la propuesta.

En cuanto a usted, El Doble, tómese el tiempo que requiera. El blog esperará sus aportaciones.

saludos

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