El mundo de la cultura judía ha ocupado cierto espacio este mes en la revista Kiliedro sobre todo gracias al artículo que el rabino Jordi Gendra ha dedicado a la pluralidad esencial que caracteriza al Talmud. Servidor (disculpen la autocita) ha intentado recoger el guante y ampliar el foco de análisis al conjunto del fenómeno judeocristiano. Muchas cosas han quedado en el tintero, pero sobre alguna me gustaría profundizar este domingo, el último que viviré como veinteañero.
Quisiera referirme al tema del desarraigo y, por oposición, al tema del arraigo, y en lo que sobre esto se ha dicho en el judaísmo. Lo primero, no olvidar que todo tipo de discurso pretende clausurarse en lo propio, no salir de las certezas que el Yo pretende poseer. Pretende menos el conocimiento que el definir esencias, pues la ambivalencia de lo real, ese abismo psíquico en el que nos encontramos arrojados, es lo que determina todos nuestros proyectos y deseos más fundamentales. Por ello todo individuo busca sobre todo construirse una identidad a través de la cual adecuar el mundo exterior a su idea de Sí Mismo. Buscamos la afirmación, una fijación que nos permita cierto tipo de equilibrio, un control sobre nuestra vida. Pero todo el fenómeno judeocristiano (dejamos aquí lo que han sido formalizaciones históricas discutibles) va en una línea muy distinta. Si hay identidad en el judaísmo es precisamente aquella que todos rechazan, la que se fundamenta en el exilio, en el desarraigo que nunca podrá convertirse en arraigo. En el fondo, el desarraigo es la esencia de la naturaleza humana, pero sólo en el judaísmo se es fiel con este principio.
Franz Rosenzweig: “ser judío es ser en exilio”.
Levinas: “Toda palabra es desarraigo. Toda institución razonable es desarraigo. La constitución de una verdadera sociedad es un desarraigo: el fin de una existencia en la que el ‘según yo’ y el ‘en mi casa’ fuera absoluto y en la que todo procediera del interior. El paganismo es enraizamiento, casi en el sentido etimológico del término. El advenimiento de la Escritura no es la subordinación del espíritu a la letra, sino la substitución del suelo por la letra. El espíritu es libre en la letra y está encadenado en la raíz” (Difícil libertad, Caparrós, p. 177-178).
Diana Sperling, La centralidad del borde (artículo publicado en la revista Raíces, nº 65): “Si sacamos una mano fuera del cosmos, ¿esa mano existe o no? Así se preguntaba Aristóteles, allá por el siglo IV a.C. Esa pregunta parece ser la tardía respuesta a la inquietud socrática, cuando el viejo maestro debe decidir, en el juicio al que es sometido, si tomar la cicuta o ir al destierro. Su elección, sabemos, recae en la primera de las alternativas. Pero lo que nos interesa aquí es la razón que esgrime para ello: el griego rechaza la posibilidad de irse porque, dice, así no solo no salvará su vida -futura-, sino que malogrará la pasada. Detengámonos un instante en esta consideración: Sócrates prefiere morir en su polis a vivir en el exterior ya que, para él, eso no sería vida. Allí, fuera de la ciudad que lo ha criado y educado, ya no sería, dice, Sócrates. Esa inextricable ligazón entre tierra e identidad, entre nombre propio y lugar de residencia, es el punto que intento someter a examen. Los griegos son, aspiran a ser, autóctonos. De autós, para sí, lo que es en sí, y ctonos, tierra, suelo. Ser para sí, ser sí mismo solo es posible en esa ligazón con la tierra, en esa férrea pertenencia. La autoctonía supone que se es hijo de la tierra, como lo es una planta o una roca. El hombre pertenece al suelo y el suelo, al hombre. Vínculo natural, cuya ruptura conlleva la pérdida de la identidad, que es como decir la vida misma. Para el pensamiento judío, esta es una idea pagana. El judío entiende su vínculo con la tierra en un registro que no es de la naturaleza, sino de la legalidad (...). No somos hijos de la tierra, sino de la letra. Es que el judaísmo, lejos de nacer de y en la tierra, se funda en el exilio”.
En este sentido, lo ctónico (para quien a estas alturas no sepa lo que significa esta palabra debería consultar el Sexual Personae de Camille Paglia) sería aquello que se arraiga, lo que se refugia en unas raíces y escapa al desarraigo, a la ambivalencia que caracteriza a lo existente. Por tanto, todo el fenómeno judeocristiano si a algo se opone es a lo ctónico, a la Naturaleza como aquello que vive por y para el arraigo, a aquello que permanece en una situación de identificación con lo que existe sin plantear cuestionabilidad alguna a ese existir. En lo judío se da esa situación esencial que permite un conocimiento fundamental sobre la vida y el mundo.
Blanchot prolonga la idea: “(el judío) existe para que exista la idea de éxodo y la idea de destierro como movimiento justo; existe, a través del destierro y por la iniciativa, que es el éxodo, para que la experiencia de lo extraño se afirme ante nosotros en una relación irreductible; existe para que, por la autoridad de esa experiencia, aprendamos a hablar” (texto Lo indestructible).
Si toda cultura se construye a partir de la exclusión, en su fijación de lo propio y la separación de lo otro, se entiende que el antisemitismo haya alcanzado las dimensiones que todavía acusa. Si todo aquello que pretende sustentarse en cierto arraigo se enfrenta denodadamente a lo desarraigado, está claro que la condición del judío (en éxodo espiritual) tenía que ser combatida de manera tan obsesiva. Por algo el antisemitismo es un fenómeno milenario (con el tiempo ha cambiado de rostro, se ha refugiado en acusaciones diferentes, pero siempre se mantiene) que probablemente nunca llegará a desaparecer.
(texto publicado en el Nickjournal)
Quisiera referirme al tema del desarraigo y, por oposición, al tema del arraigo, y en lo que sobre esto se ha dicho en el judaísmo. Lo primero, no olvidar que todo tipo de discurso pretende clausurarse en lo propio, no salir de las certezas que el Yo pretende poseer. Pretende menos el conocimiento que el definir esencias, pues la ambivalencia de lo real, ese abismo psíquico en el que nos encontramos arrojados, es lo que determina todos nuestros proyectos y deseos más fundamentales. Por ello todo individuo busca sobre todo construirse una identidad a través de la cual adecuar el mundo exterior a su idea de Sí Mismo. Buscamos la afirmación, una fijación que nos permita cierto tipo de equilibrio, un control sobre nuestra vida. Pero todo el fenómeno judeocristiano (dejamos aquí lo que han sido formalizaciones históricas discutibles) va en una línea muy distinta. Si hay identidad en el judaísmo es precisamente aquella que todos rechazan, la que se fundamenta en el exilio, en el desarraigo que nunca podrá convertirse en arraigo. En el fondo, el desarraigo es la esencia de la naturaleza humana, pero sólo en el judaísmo se es fiel con este principio.
Franz Rosenzweig: “ser judío es ser en exilio”.
Levinas: “Toda palabra es desarraigo. Toda institución razonable es desarraigo. La constitución de una verdadera sociedad es un desarraigo: el fin de una existencia en la que el ‘según yo’ y el ‘en mi casa’ fuera absoluto y en la que todo procediera del interior. El paganismo es enraizamiento, casi en el sentido etimológico del término. El advenimiento de la Escritura no es la subordinación del espíritu a la letra, sino la substitución del suelo por la letra. El espíritu es libre en la letra y está encadenado en la raíz” (Difícil libertad, Caparrós, p. 177-178).
Diana Sperling, La centralidad del borde (artículo publicado en la revista Raíces, nº 65): “Si sacamos una mano fuera del cosmos, ¿esa mano existe o no? Así se preguntaba Aristóteles, allá por el siglo IV a.C. Esa pregunta parece ser la tardía respuesta a la inquietud socrática, cuando el viejo maestro debe decidir, en el juicio al que es sometido, si tomar la cicuta o ir al destierro. Su elección, sabemos, recae en la primera de las alternativas. Pero lo que nos interesa aquí es la razón que esgrime para ello: el griego rechaza la posibilidad de irse porque, dice, así no solo no salvará su vida -futura-, sino que malogrará la pasada. Detengámonos un instante en esta consideración: Sócrates prefiere morir en su polis a vivir en el exterior ya que, para él, eso no sería vida. Allí, fuera de la ciudad que lo ha criado y educado, ya no sería, dice, Sócrates. Esa inextricable ligazón entre tierra e identidad, entre nombre propio y lugar de residencia, es el punto que intento someter a examen. Los griegos son, aspiran a ser, autóctonos. De autós, para sí, lo que es en sí, y ctonos, tierra, suelo. Ser para sí, ser sí mismo solo es posible en esa ligazón con la tierra, en esa férrea pertenencia. La autoctonía supone que se es hijo de la tierra, como lo es una planta o una roca. El hombre pertenece al suelo y el suelo, al hombre. Vínculo natural, cuya ruptura conlleva la pérdida de la identidad, que es como decir la vida misma. Para el pensamiento judío, esta es una idea pagana. El judío entiende su vínculo con la tierra en un registro que no es de la naturaleza, sino de la legalidad (...). No somos hijos de la tierra, sino de la letra. Es que el judaísmo, lejos de nacer de y en la tierra, se funda en el exilio”.
En este sentido, lo ctónico (para quien a estas alturas no sepa lo que significa esta palabra debería consultar el Sexual Personae de Camille Paglia) sería aquello que se arraiga, lo que se refugia en unas raíces y escapa al desarraigo, a la ambivalencia que caracteriza a lo existente. Por tanto, todo el fenómeno judeocristiano si a algo se opone es a lo ctónico, a la Naturaleza como aquello que vive por y para el arraigo, a aquello que permanece en una situación de identificación con lo que existe sin plantear cuestionabilidad alguna a ese existir. En lo judío se da esa situación esencial que permite un conocimiento fundamental sobre la vida y el mundo.
Blanchot prolonga la idea: “(el judío) existe para que exista la idea de éxodo y la idea de destierro como movimiento justo; existe, a través del destierro y por la iniciativa, que es el éxodo, para que la experiencia de lo extraño se afirme ante nosotros en una relación irreductible; existe para que, por la autoridad de esa experiencia, aprendamos a hablar” (texto Lo indestructible).
Si toda cultura se construye a partir de la exclusión, en su fijación de lo propio y la separación de lo otro, se entiende que el antisemitismo haya alcanzado las dimensiones que todavía acusa. Si todo aquello que pretende sustentarse en cierto arraigo se enfrenta denodadamente a lo desarraigado, está claro que la condición del judío (en éxodo espiritual) tenía que ser combatida de manera tan obsesiva. Por algo el antisemitismo es un fenómeno milenario (con el tiempo ha cambiado de rostro, se ha refugiado en acusaciones diferentes, pero siempre se mantiene) que probablemente nunca llegará a desaparecer.
(texto publicado en el Nickjournal)
10 comentarios:
Cuelgo los dos coments de la entrada de aviso para este artículo:
Joaquín dijo...
Una historia al respecto:
Había un pastor sentado en lo alto de una peña en un cruce de caminos junto una ciudad. Un caminante se le acercó a preguntarle: "Oigame buen hombre, ¿cómo es la gente en aquella ciudad?"
El pastor respondió con otra pregunta: "¿Y cómo es la gente de la ciudad donde usted viene?"
"Es gente mezquina y cruel, nadie hace favores y nadie da", respondió el caminante.
"Pues aquí son igual". Y el pastor vio al caminante pasar de largo.
Al rato se acercó otro forastero: "Oigame buen hombre, ¿cómo es la gente en aquella ciudad?"
El pastor respondió con otra pregunta: "¿Y cómo es la gente de la ciudad donde usted viene?"
"Son personas generosas y amables. Se ayudan unos a otros", respondió el caminante.
"Pues aquí son igual". Y el pastor vio al forastero como se encaminaba a la ciudad.
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Otra coas URGENTE:
Aumento del permiso laboral por maternidad a seis meses.
¿Por qué no es noticia? ¿Por qué no es política?
En
http://garciaweil.blogspot.com/2007/09/aumento-del-permiso-por-maternidad-seis.html
23 de septiembre de 2007 18:07
Horrach dijo...
Hola de nuevo Joaquín. Interesante la historia, y es que siempre proyectamos en el exterior lo que acusamos en nuestro interior.
saludos
23 de septiembre de 2007 21:02
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Muchas gracias a Jacob por descubrirme a la autora Sperling. Casualmente el otro día me encontré con este artículo publicado en un 'Raíces' que tienen en la biblio de Can Sales.
La idea del desarraigo judio contra la idea de impertenencia del budismo me parece tan solo una misera muestra de humildad, es verdad que el ser es deseo, es una lucha de ambisiones y anelos, de intentos por tratar de ser, una busqueda por encontrarce... es la necesidad de arraigo, el tratar de ser sin percatarce de lo que se es, es eso el arraigo, descubrirce a uno mismo fuera de si... y en la contra esta el desapego, la busqueda de la libertad absoluta, de la eliminacion del ser... y con ella de todo lo que se es interior o exteriormente...
los judios tienen ideas sobre este sentido, pero en realidad su fundamento es la busqueda de la identidad, del ser, y en ella se a dibujado muchas veces la ambision, y es en esa ambision donde se fundamenta el antisemitismo... es el budista el que se libra del ser, del arraigo, del deseo es el quien lucha por dejar de ser...
es a el a quien no se odia... pues en su lucha pacifica se aleja de nosotros y su ejemplo si bien nos contradice a muchos les sirve de reafirmacion de su condicion, si el budista no es y en su ser....? bueno si lo que es no siendo representa un negativo entonces la ambision y el deseo de ser se reafirman... la valorizacion del opuesto mediante la reafirmacion... caso distinto al del judio, donde su existencia mas que representar lo opuesto puede llegar a mostrar un lado -negativo- de la ambision... si su accion es efectiva sea buena o mala sus logros representan los fracasos de los otros y es ahi donde se fundamenta el odio... Al cruzado se le enseña el desapego, pero se le muestra la opulencia de la iglesia, le enseñan a odiar al ambicioso, al judio... al triunfador... a quien le muestre que puede superarce mediante la ambision... es en ese punto donde la frustacion de una moral religiosa basada en el arraigo se enfrenta a una moral distinta a una ideologia que si bien no es ni mejor ni peor, tan solo le representa una alternativa que no puede tomar y que a los que toman les aprovecha...
Primero decirle que ha sido un placer dar a conocer a Diana Sperling. Hay otro texto en la citada revista que puedo citar si interesa. Lastima que en España andemos tan huérfanos de textos interesantes que publicados en la otra orilla del Atlántico no lleguen con la normalidad deseada. Y segundo, que el tema del desarraigo ofrece pozos enciclopédicos en la tradición judía. Déjeme citar a Marc Alain Ouaknin y su bellísimo texto “Elogio de la caricia”, cuando pone en boca de H. Meschonnic lo siguiente: “ El talmudista esta siempre en búsqueda de una significación positiva que significa que cada vez que quiere mirar en sí mismo como en un espejo, el espejo se hace añicos” Podemos continuar el camino...” No tiene que extrañarnos que la cuestión de la identidad no pueda recibir respuesta. No la recibirá. O, lo que es lo mismo, no cesa, no cesará de recibirla. No solamente no hay definición del judío, sino que, como todo lo que pertenece al ser humano, no puede ser apresado por ningún definir”. No hay identidad sino solamente posibilidades de identidades. De identidades posibles. “El hombre se hace a fuerza de deshacerse, peligrosamente, en lo desconocido que comienza una y otra vez.”
Mi enhorabuena por su articulo. Saludos
Lo que no tengo claro es el término “judeocristiano”. Hay, en el nacimiento del cristianismo, un acto en el cual la separación del mundo judío, sí marca una diferencia. Es el momento en que Pablo, decreta (por emplear un término de carácter legal ) la abolición de la circuncisión. Es la carta de fundación del cristianismo, donde rinde paradójicamente al sexo su dimensión erótica y trascendente.
Creo que aparecen muchas direcciones en torno al término. Gracias de nuevo, Sr. Horrach.
Jacob, de nuevo gracias por esta otra cita, de este autor al que no conozco (todavía). Quiero profundizar en este tema, aunando a Heidegger con este saber judío (ya sé que tal vez suene raro este mejunje, pero tiene un sentido).
Sobre lo de San Pablo: ho,bre, que incorpore novedades con respecto al judaísmo tradicional tampoco implica que rompa del todo con eso previo. Hay ruptura, sí, pero dentro de una clara continuidad, teniendo claro que aquello que llamamos 'cristianismo' es un fenómeno judío, el cual asume radicalmente su mandato de ser la 'luz del mundo' y su rol de guía universal.
Por cierto, enhorabuena por vivir en Fornalutx. Es mi pueblo favorito de Mallorca.
saludos
Horrach, no podría estar más de acuerdo contigo...
Efectivamente hay una ruptura en Paulo (Saulo), pero no es tan radical como la historia oficial del cristianismo siempre mostró.
Paulo era -como dijo alguna vez un gran teologo judío- más judío que cualquier rabino reformista de New York.
La verdadera ruptura vino después.
Totalmente de acuerdo, Tomás. La ruptura vino ddespués, cuando ya el mensaje de los evangelios se había modificado en algunos puntos (por ejemplo, en la interpretación sacrificialista de la carta a los Hebreos, que no es de san Pablo).
Por cierto, Tomás: ¿conoces a esta autora, Diana Sperling?
shalom
Horrach:
Supongo que conoce el libro y la obra de David Flusser.
En su libro "El Cristianismo uba religión judía" ( Ed Riopiedras) Hace una semblanza sobre la figura de Saulo( Pablo) explicando porqué pese a ser tenido por autor de la escisión eso no puede considerarse asi. Pablo es tan judío como sus coetaneos, y en ningún momento consciente de la deriva de su pensamiento, que cómo bien dicen aquí,es un proceso histórico y no un hecho abrupto que separa una religión de otra.
Es cierto que una de ellas, el judaismo, se hace a si misma a lo largo de la historia, no solo como la que se pretende la portadora del mensaje original, sinó como bien dices en la exclusión y en la separación.
Hola Horrach, Jacob y demás amigos del blog,
ante todo, gracias por tomar y leer algunos de mis textos. Sigo trabajando en esos temas -el exilio, lo judío, la alteridad, etc- y de hecho acabo de publicar un nuevo libro que sí está en España, su título es "Filosofía de cámara" y ahí intento desplegar una escritura talmúdica en diálogo con los filósofos más relevantes de Occidente.
De paso, Horrach, tu lista de autores predilectos incluye muchos de mis nombres más amados!
Espero que continuemos el diálogo, un saludo a todos
Diana Sperling
dianasp@fibertel.com.ar
Como estoy muy cerca de la religión me importa conocer y aprender muchas cuestiones relacionadas con ello. Si bien trato de estudiar de todo los temas relacionadas con lo religioso toman mucho tiempo de mi vida, y también la matematica. Ultimamente estoy viendo de aprender Limites Indeterminados
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