“Grüninger, que había estado conversando con un teólogo:
- El Mal aparece primero como Lucifer, luego se metamorfosea en Diablo y acaba mostrándose como Satanás. Es la progresión que va del Portador de la Luz al Disgregador y luego al Aniquilador”.
Ernst Jünger, Radiaciones.
El Mal no existe ni puede existir como tal, es decir, de una forma tan unitaria como elude el vocablo en mayúscula. El Mal se da siempre como progresión, en etapas. Hitler mismo no empezó a gasear judíos en 1933, cuando llegó al poder, sino años más tarde. Sabía que el Mal no podía imponerse más que a través de una escala ascendente, no sólo por motivos psicológicos, es decir, para que los alemanes no se opusieran a la destrucción, sino también porque la naturaleza del Mal lo requiere. En Srebrenica (foto) tampoco sucedió de otra forma. El Mal entendido como destrucción sistemática nunca llega de repente, siempre hay un trabajo previo.
22 comentarios:
O expresado de otro modo, es un defecto, no un efecto, y como todos los defectos si no se corrigen, se agravan.
Si es un defecto, sería un defecto de fábrica, ¿no? Lo llevamos dentro en esencia, y si ésta no se combate se desarrolla paso a paso hacia lo descrito por el amigo de Jünger.
Estoy básicamente de acuerdo con usted. Pero en el mal distinguiría entre una oficialidad y una tropa. La primera es la que poco a poco incuba, con mimo incluso, el mal. La segunda lo explosiona, muchas veces,sin meditar mucho en lo malvado de sus acciones.
No hay mal que por bien no venga. Incluso el mal tiene sus "efectos colaterales" positivos. La cuestión es ¿Tiene el Bien sus efectos negativos?. Y peor: ¿Cuanto más Mal, más Bien colateral?
Reinhard, ¿pero no cree usted que ese Mal de la 'oficialidad' obedece también a una escala progresiva? No soy nada rusoniano, pero tampoco creo que, salvo casos de psicópatas explicables científicamente (estudios de Raine), el personal lleve en sí el germen del Mal. Que incluso Hitler fue a peor poco a poco, que no era un criminal desde siempre.
Amigo throbbingleaino Pez, servidor piensa que Bien y Mal, como dos caras de la misma moneda, obedecen en realidad a lo mismo, al mismo problema, a la misma cosa. Ahondando en uno nos acabamos topando con el otro. Son dos rostros distintos de lo mismo, de ahí que se pueda pasar tan rápidamente de uno al otro.
Hay una película de Buñuel, 'Nazarín', en la que se ve claramente cómo el bien (o, más bien, la voluntad de bien) puede tener consecuencias nefastas.
Por supuesto, Horrach, que la escala del mal es progresiva en esa oficialidad. Quería decirle que el diseño del mal es de una élite, pero que hay una tropa que lo ejecuta con un automatismo delirante. Pone usted, y hace bien porque es paragigmático, el ejemplo nazi. Los primeros pelotones de exterminio nazi, Einsatzgruppen, estaban formados por gente de lo más vulgar y poco instruida, incluso en la ideología nazi. Mataban porque ésas eran las órdenes.En este sentido le recomiendo la obra "Aquellos hombres grises", de Cristopher R. Browninng, de Edhasa.Lo mismo podemos decir de las matanzas en la extinta Yugoslavia. La escala del MAL es progresiva y en ella confluyen muchos factores, que a buen seguro usted podría desarrollar mejor que yo. Aunque creo que en esa escala hay un punto en el que la irracionalidad se adueña de todo y ya no hay marcha atrás.
Siguiendo el ejemplo que me pone de los Einsatzgruppen, también nos encontramos con que la élite nazi tiene que modificar sus formas de destrucción a partir de la situación concreta de sus peones. Quiero decir, que los problemas psicológicos que implicaban a gran parte de la tropa fusilar a miles de civiles judíos llevó a Hitler a cambiar los métodos destructivos, pasando primero a gasearlos en camiones para después hacerlo, de forma más 'profesional', en los campos. El método entonces se fue sofisticando haciendo que fueran los propios presos judíos (Sonderkommandos) los que transportaran los cadáveres gaseados a las cámaras de gas. De esta manera, los judíos llegaban en trenes (cuyos vagones no se abrían en días), los metían en las cámaras y luego del resto ya se encargabn otros. Dos fines: aumentar el nivel de destructividad al tiempo que el coste moral-psicológico se reducía (lo moral debido a la unanimidad de la sociedad y lo psicológico por las medidas descritas de 'eufemización' del proceso criminal).
Lo importante del sistema nazi es que generó una situación total de maldad, en el sentido de que las condiciones de posibilidad para practicarla eran inmensas, y además sin el coste de demasiados problemas psicológicos. El sistema nazi sacó lo que de peor tenía su sociedad y además lo potenció hasta el extremo. Pero eso no significa que esa maldad no estuviera ya, en germen, dentro de cada uno de los verdugos, por anónimo que fuera. El Mal es una combinación de algo que todos ya llevamos dentro (de algo que puede desarrollarse o no en el futuro en base el desarrollo personal y a los efectos que nos provoque el medio) y de un contexto que nos dirige; es decir, que a la irracionalidad de nuestras pulsiones originarias se superpone funestamente la racionalidad de un plan cuyo fin es provocar el mayor nivel de destrucción posible. El Mal no es posible si no se combina lo uno con lo otro.
Creo que estamos de acuerdo en lo básico, ¿no?
saludos
Hola,perdón por la extensión,pero este es un libro que me resultó fascinante y enlaza con lo que estáis hablando.
Por internet he encontrado ésta interesante síntesis:
Un extraño para mí mismo. Diario de un soldado alemán: Rusia 1941-1944. El libro es de una rareza inclasificable. En forma es el diario de un joven cabo alemán en las campañas de Rusia entre 1941 y 1944 pero deja los combates como horizonte y pasea por la guerra como Sthendal en Waterloo percibiendo sólo confusión y agotamiento.
Sin duda Un extraño para mí mismo. Diario de un soldado alemán: Rusia 1941-1944. (Editorial Debate) es una obra literaria y varios de sus párrafos están reescritos hasta cuatro veces en condiciones infames, sobre papel higiénico o márgenes de periódicos, a la luz de una vela en búnkeres apestosos convertidos en hornos o en iglús según la climatología rusa.
De sus notas a su madre se deduce que sus textos serían sometidos a una revisión final y eso le habría acercado a Hermann Hesse porque los diarios son una novela psicológica en la que aparecen los fantasmas del Doctor Jeckil y Mister Hyde; son la crónica brillante de la destrucción de una personalidad.
Sus papeles durmieron 60 años en manos de una prima hermana hasta que los rastreó Stefan Schmitz, periodista de Stern quien los descriptó y editó. Willy Peter Reese era un joven que suspendía en Educación Física y obtenía matrículas de honor en alemán; era un poeta y un lector compulsivo de Literatura y Filosofía y, de hasta 50 libros por mes incluida su etapa rusa entre marchas forzadas y contramarchas. No era nazi y despreciaba a las juventudes hitlerianas.
Ni una sola vez cita a Hitler en sus diarios ni analiza la perversidad de aquella guerra de agresión. Ve con indiferencia a los rusos colgados de los árboles para escarmiento con los ojos colgantes y supurantes y las barbas crecidas tras la ejecución. «Un soldado los balanceó con un palo».
Un camarada con las botas deshechas descubrió un cadáver ruso con las suyas nuevas y al no poder quitárselas al estar congelado el muerto le cortó las piernas con un hacha y se llevó las botas con los muñones al búnker para calentarlos en la estufa junto a la que comía el resto de la sección. Indiferencia.
Escribe un poema atroz, no se sabe si autoinculpatorio:
«Somos la guerra. Porque somos soldados.
He incendiado todas las ciudades.
Estrangulado a todas las mujeres.
Golpeado a todos los niños.
Arrancado al país todo el botín.
He matado a millones de enemigos,
asolado todos los campos, destruido las catedrales,
devastado las almas de los hombres,
vertido sangre y lágrimas de todas las madres.
Lo hice.
Nada hice. Pero era soldado».
Willy Peter Reese era cajero en la vida civil y el sensible lector voraz se desempeñó como un aceptable militar: recibió cuatro condecoraciones, entre ellas la cruz de hierro de segunda clase, y heridas por congelamiento en una pierna, un tiro en un muslo y metralla en la espalda y la sien.
Nunca usaba casco y lucía un gorrillo con flores que le adornaban y le camuflaban. Como cabo mandaba una pieza de artillería ligera tirada por caballerías («Los caballos eran más importantes que los hombres»).
En sus varias estancias en hospitales de retaguardia o en casa pudo haber obtenido un destino menos atroz, pero siempre insistió en volver a Rusia. La taiga infinita le había atrapado, así como los sufrimientos del frente ruso que consideraba una autoexpiación o un destino al que poder combatir. Antibelicista, consideraba la guerra como un fenómeno cósmico en el que toda la Humanidad estaba concernida. El intelectual en ciernes, un chico de 24 años, reconoce ser un extraño para sí mismo, un alma muerta que devora a Junger y Rilke, un lobo estepario, una doble personalidad que le impele al infierno y el mal.
Entre la euforia y la depresión en un probable trastorno bipolar y se hace alcohólico bebiendo continuamente el vino, el vodka, el champaña o el ron que le proporcionan los saqueos.
Por causas innobles porque no las menciona, sirve un tiempo en un batallón de castigo, equivalente en Rusia a una pena de muerte, del que sale indemne. Pero escribe frenéticamente en medio de los rigores de las retiradas ante los rusos, tirando de una pieza porque los caballos están reventados.
«Pero bajo esta máscara se desarrollaba una tragedia, un proceso que conducía inexorablemente a un fatal destino interior. Me introduje en un punto muerto del alma. Los últimos valores se desmoronaron, lo bueno, noble y bello murió, el espíritu me abandonó.La coraza de la insensibilidad, con la que me defendía del espanto, el horror, la angustia y la locura, esa coraza que ya no me dejaba sufrir y gritar, aplastó las emociones tiernas en mi interior, quebró los gérmenes de esperanza, fe y amor y transformó el corazón en piedra. Yo me estaba hundiendo y me burlaba de mí mismo.
(...) A menudo me asaltaba una tristeza sin límites. Hurgaba en los escombros de mi juventud y dudaba de que pudiera atizar las cenizas de mi existencia para hacer surgir nuevas llamas.Me paseé por la frontera, extirpé los recuerdos del mar, la música y la poesía, olvidé casi mi nombre y me entregué a las sombras, al ser fantasmal de mi máscara: la máscara del soldado risueño.
Los pozos se secaron por mucho tiempo, la aridez se volvió hacia sí misma, la apostasía devoró mi estrella, y yo repudié a mi Dios. Como a un náufrago de mi destino, eso me lanzó a una playa vacía, con el infinito ante mí y tras de mí los puentes volados del pasado, y entre mil caminos ninguno me llevaba a casa».
Para ser un jovenzuelo alemán, suena como un clásico ruso.
En efecto, la Madre Rusia le había devorado en su insondable útero. Reese desapareció al este de Kiev en 1944 y jamás se tuvo noticia de su muerte o de su cuerpo, sobreviviéndole sus manuscritos de letra de hormiga y espacios avarientos, guardados como espectros por 60 años en el altillo de una prima hasta ser descubiertos por un periodista.
Estamos de acuerdo en lo básico. Mi matiz es que ese mal que todos podemos llevar dentro precisa de una élite con poder y medios para que se desarrolle y se lleve a la práctica.Un ejemplo serían las Leyes de Nurenberg. Con ellas la tropa tenía una sanción legal al mal intrínseco. Saludos.
Reinhard, de acuerdo, la masa y la élite se necesitan mutuamente. Si es necesario para lanzar a las masas al crimen como proyecto la dirección intelectual de una élite, también es cierto, al menos en el caso alemán, que esa élite necesitó previamente de los votos de la masa para poder convertirse en élite dirigente.
Milikiten, leeré el texto que ha colgado.
saludos
recuperando algo de lo que plantea Reinhard88 en torno a los hombres grises de Brownning, yo hablaría más bien de una banalidad del mal a lo Hannah Arendt.
Lo inquietante del nazismo es que justmente la destrucción de los judíos europeos no estaba motorizada por la pasión. La matanza que inquieta no es la pasional, es la burocrática.
Es más peligroso Eichmann que el peor SS, el más sadico.
En ese sentido el mal absoluto no es más que un mal banal, y por ello mismo radical.
Saludos.
Igualmente, coincido en que hay algo del orden de la graduación que se va apoderando de uno. De a poco nos vamos convirtiendo en un otro capaz de todo.
Y quizás no sea radical afirmar que lo banal del mal radical sea que cualquiera pueda convertirse en Satanás.
Porque Lucifer no lleva cuernos y cola, usa saco y corbata.
Saludos.
Hola Tomás.
Creo que proyectos de exterminio como el nazi combinan muchos elementos: por una parte tienen una forma burocrática en su llevarse a cabo, pero también hay pasión. Si no hubiera pasión antisemita no se habría cebado la matanza de forma mayoritaria contra los judíos. Cuando las víctimas no sond emonizadas la violencia tiene cierta caducidad, se extiende tras las primeras embestidas. Para mantener el tono destructivo e incluso potenciarlo hace falta que la pasión haya sido asumida casi inconscientemente de manera que puede producir cierta frialdad en las formas de destrucción.
shalom!
Milikiten, alf in he leído lo que colgó sobre el diario del soldado alemán. Interesantísimo. ¿Sabe si están traducidos al español?
saludos
Cláro que había odio y pasión. Pero eso no es lo que hace al genocidio inquietante. La matanza motorizada por la pasión es tan vieja como la humanidad. Pero si el holocausto es el más inquietante de los genocidios no es porque sea -de los modernos- el que batió un record de muertos histórico. Es el más molesto porque fue justamente un genocidio de hombres grises. Porque solo un genocidio de hombres grises puede matar tanta gente sistemáticamente en tan poco tiempo.
Porque Hitler es un mounstro, un Lucifer. Pero Eichmann era un tipo común, un burócrata. Y cualquiera de los que ves por la calle, en la playa es un Eichmann en potencia. Pensar en Hitles tranquiliza porque exterioriza el problema.
Saludos,
T.
Ahí está la combinación: los Eichmans son necesarios, pero también los Hitlers. La base debe ser 'banal' en el sentido eichmaniano, pero esa masa necesita de un líder carismático como Hitler que dirija el proceso destructivo.
Ahora bien, coincido en que consuela dirigir las culpas sólo contra Hitler, que es más demonizable, mientras que Eichman nos resulta más cercano, y por tanto su culpa nos pringa más.
saludos
Hola Horrach,sí que está traducido al español.
"Un extraño para mí mismo.Diario de un soldado alemán:Rusia 1941-1944".Willy Peter Reese,editorial Debate.
No sé sí lo habrá leído,pero otro libro fascinante relacionado con este tema son las memorias de Speer publicadas por la excelente editorial Acantilado.
Saludos
Mi anterior post era el 16 y no se contabiliza en el post de portada.
¿Cómo es eso que no se contabiliza el post? Al menos ahora sí. A ver si no le ha dado a actualizar la página principal, porque como ésta de los comentarios funciona como si fuera independiente no se suma el número en la principal si no se actualiza.
Gracias, buscaré el libro de Reese. El de Speer lo tengo en casa; es de esos que he ido comprando sobre el Holocausto para tener un buen fondo sobre el tema para el día que me decida a hincarle el diente filosófico a la cuestión. Creo que algún día dije en este blog que mi primera intención era hacer la tesis sobre la Shoah, pero he preferido dejarlo para más adelante, que antes me queda asimilar unas cosas, como son las herramientas hermenéuticas girardianas).
saludos
Jajajajaja,soy todo un ceporro informático.
Nada hombre, no se preocupe, que servidor tiene capítulos informáticos mucho peores (no los cuento por vergüenza).
Por cierto, si algún valenciano me lee le agradecería que me comentara qué lugares de la ciudad no hay que perderse, ya que en noviembre me pasaré unos días por allí. gracias
Esta pertinente disgresión no le vendría mal tenerla en cuenta al ínclito cardenal Cañizares, que no duda, en aplicar tan ostentoso término a algo tan nimio, y casi irrelevantemente estúpido, como es la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía, en una evidente desproporción entre los calificativos y los reales hechos enjuiciados
La cuestión del Mal siempre será manipulada de forma sectaria e 'identitaria', tanto por gente como el ínclito Cañizares como por otros sectores ideológicos. Para ellos el Mal se reduce a 'aquel que no es de los nuestros'.
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