El papel que juega el deseo mimético en las sociedades modernas es decisivo en las tesis de René Girard. Y es que el espíritu de competitividad de nuestros sistemas complejos incentiva una serie de rasgos que son universales pero que ahora se manifiestan como patologías (neurosis, ciclotimia, psicosis, etc.). La necesidad de fabricarse un destino por uno mismo, de imponerse a los demás como medio de prosperar, también dificulta la manera de manejarse en las relaciones interindividuales. El marco sociocultural de comparaciones fijas desaparece en un escenario de indiferenciación esencial, pues las diferencias jerárquicas, que siguen existiendo, no tienen ya un marco objetivo en el que dibujarse ni un fundamento absoluto que las sustente; se metamorfosean en la misma medida que cambian nuestros deseos.
La competitividad que todo lo inunda no suele desembocar, sin embargo, en el conflicto mimético en su forma sacrificial, no ya por los frenos naturales e individuales del instinto, sino por la existencia de efectivas instituciones simbólicas que controlan el posible desbordamiento de los conflictos humanos. Nuestra sociedad moderna puede permitirse de esta manera un alto número de rivalidades miméticas, precisamente gracias al control que las citadas instituciones (judiciales, políticas, mediáticas, etc.) ejercen. Hemos desarrollado la capacidad para poder absorber la indiferenciación en dosis muy elevadas, de manera que el desbocamiento de las rivalidades miméticas no se produce más que de forma mínima o hasta cierto punto controlada. Los conflictos no desaparecen pero tampoco se resuelven en crisis sacrificiales, sino que sus energías son canalizadas hacia distintas actividades culturales, económicas o tecnológicas.
La parte negativa de este bloqueo del mecanismo sacrificial es el aumento de la angustia y de las crisis psicológicas en los individuos. Este contexto, mucho más complejo que el de las sociedades primitivas, favorece paradójicamente el funcionamiento de las dinámicas del deseo a partir del modelo-antagonista, lo que implica un mayor nivel de beligerancia con nuestro prójimo más cercano. El más antiguo parapeto entre el individuo y la sociedad, la familia, ha perdido gran parte de su fuerza. Los tabúes de las sociedades tradicionales significaban para el individuo un obstáculo inerte y pasivo, idéntico para todos los miembros de la comunidad; sin embargo, el modelo-rival es un obstáculo activo y móvil, fantasmal en su inaprehensibilidad. Esta diferente dinámica ha alterado radicalmente la tipología de los conflictos miméticos en la modernidad. Paradójicamente, el aumento de las libertades en nuestra sociedad y el descenso de conflictos bélicos con otros países ha generado que la violencia que antes se canalizaba hacia fuera eclosione hacia dentro, generando en los tejidos sociales unos conflictos inéditos en otras épocas.
La imposibilidad de expiar las tensiones grupales, implica una individualización de las mismas, cuyos síntomas acaban adoptando un carácter patológico. La crisis mimética se atomiza e individualiza. El desorden general ya no puede liquidarse y regenerarse en orden totalizador a través de una expiación colectiva; la dinámica circular de lo sacrificial ha dado paso a una linealidad que integra las dualidades (orden/desorden, dentro/fuera, etc.). De esta forma cada individuo vive la crisis mimética de forma larvada en sus vínculos con el prójimo. Esta interiorización de la dinámica también provoca una desestabilización en el propio individuo a la hora de identificar su mal:
“Hay una lógica propia del desconocimiento suscitada por las primeras interferencias miméticas, y es una lógica de la exasperación y de la agravación (...). Domina no sólo al deseo, sino a las interpretaciones del deseo en nuestro mundo; empuja a los individuos y a las comunidades hacia formas cada vez más patológicas de ese deseo. Y esas formas son, a su vez, nuevas interpretaciones del mismo” (Girard).
4 comentarios:
Ya te he agregado a mi blog, Horrach. Por cierto, no soy gallego. Es mi padre el gallego, y no, no tuve el placer de estudiar con Marzoa. Saludos.
Sí, y me di cuenta de que debí caer en la página equivocada cuando buscaba referencias tuyas.
Sobre Marzoa: ¿entonces cómo sabes que es buen profesor? (creo que es lo que me dijiste en tu blog).
saludos
PD: ahora tendré más tiempo para ir repasando tu blog.
Martínez Marzoa es un excelente intérprete de la filosofía alemana. Ya me imagino qué será haber llevado clases con él. Releer su 'Heidegger y su Tiempo' recientemente ha sido para mí una suerte de revelación rediviva.
Saludos
Hola phiblogs. ¡Precisamente estos días estoy leyendo el 'Heidegger y su tiempo' de Marzoa!, para preparar las clases de The Big Tiger, y seguramente algo de su contenido caerá en el blog.
saludos
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