sábado, 7 de abril de 2007

TEORÍA MIMÉTICA (3)


LA ESPIRAL MIMÉTICA


René Girard llama ‘ley del círculo psicológico’ al proceso en el que se niegan los deseos concretos al mismo tiempo que se afirma la exasperación del mimetismo. La clave de este principio la encontramos en la lógica exasperada de autoengaño que para el sujeto supone el triángulo del deseo y la espiral mimética. El sujeto experimenta la ilusión de una falsa diferencia, la suya con respecto al prójimo, cuando en realidad la indiferenciación cada vez es mayor. La ceguera con respecto a uno mismo estimula la supuesta lucidez con respecto a los demás, que es en realidad la necesidad de acusar y condenar todo lo que a uno le rodea. De esta manera en el sujeto se produce una proyección de la culpa: se desplaza hacia el otro lo que es verdaderamente su síntoma particular, y es que, como recuerda Girard, “los más enfermos son siempre los obsesionados por la enfermedad de los otros”. El apóstol Pablo ya apuntaba a este tema en su Epístola a los Romanos: “no juzgues, hombre, pues tú mismo haces aquello que juzgas”.

Hemos visto que uno de los rasgos del deseo mimético en la forma de la mediación interna es la negación de la naturaleza imitativa del propio deseo. Pero una vez profundiza el sujeto en la espiral mimética, es decir, cuando más intensa es la manifestación de su deseo, se impone la necesidad de negarlo. Es entonces cuando, paradójicamente, alcanza el deseo mimético su revelación plena: el fin del deseo es el propio deseo. El objeto, secundario en la teoría girardiana, es totalmente eludido para pasar a ser el propio deseo, negado en este caso, el eje de todo. Se privilegia el desear como mecanismo. Un ejemplo muy interesante de este caso lo podemos encontrar en el personaje de Paul Valery en M. Teste, que se abstiene de desear como estrategia para que acabemos deseando su espíritu.

El masoquismo hacia el que va dirigido la movilidad de todo deseo metafísico, la búsqueda obstinada del obstáculo cada vez más inexpugnable, tiende hacia la destrucción total de la vida y del espíritu. La consecuencia de esta búsqueda que privilegia siempre lo negativo conlleva la eliminación de los objetos más accesibles y con menor capacidad conflictiva, junto con los mediadores más benévolos (la mímesis en sí misma no es siempre negativa; lo es cuando es sólo mímesis de apropiación). De esta manera se desarrolla una mentalidad y una cosmovisión en la que se privilegia lo negativo (“la persecución incansable del No”, en palabras de Girard), lo abiertamente conflictivo, aquello más destructivo y letal para uno mismo y para los demás, por encima de cualquier cosa. Todos los hombres nos convertimos en medios unos de los otros y todo está permitido. En este momento de máxima exasperación de la espiral mimética, la figura del mediador se confunde con la misma imagen de la muerte, el momento en el que el aguijón infernal del deseo se desvanece. La muerte se convierte en el objetivo liberador del que ya está preso de la espiral mimética.

5 comentarios:

R. Basar dijo...

Muy buena la serie de escritos girardianos, Horrach, claridad expositiva, bien sintetizados y muy bien escritos. Una pregunta... lo de llamar a la serie "Teoría mimética", ¿juega a propósito con el doble sentido de la expresión? El genitivo objetivo/ subjetivo, eso es... tanto exposición de la teoría de la mímesis como teoría que mimetiza, ella misma... es un juego interesante, más teniendo en cuenta todo el trasfondo psicoanalítico.

Johannes A. von Horrach dijo...

Gracias por sus palabaras, Lechuza. Pero no, no hay segundos sentidos en el título de esta serie; con 'teoría mimética' me limito a señalar que se trata de una explicación más o menos didáctica de la tesis que sobre el deseo mimético (en un principio llamado 'deseo metafísico') y sus dinámicas ha construido y desarrollado René Girard. Aunque, eso sí, tampoco se excluye esta segunda interpretación que usted aporta; creo que puede complementarse una con la otra sin muchas dificultades.

saludos

El Pez Martillo dijo...

No me cansaré de deicrle lo interesante que me parece todo esto de Girards. Tendré que profundizar un poco en él.

Johannes A. von Horrach dijo...

Me alegro que le guste esto que voy presentando de Girard, amigo Pez. Faltan más entregas que espero que le gusten igual o más.

Si quiere entrar de lleno en la lectura de Girard, no puedo dejarle mis ejemplares (los necesito tener a mano, para la tesis), pero sepa que en la UIB tienen dos, el mejor de toda su obra, 'La violencia y lo sagrado' y el 'Literatura, mímesis y antropología', que es una recopilación de artículos publicados en revistas especializadas.

shalom!

alejandra dentesano dijo...

mimética
A la camuflada el café le rescata el cuerpo del efecto camaleónico que le muta las zonas de contácto.
Sus brazos lánguidos se distinguen de la dura mesa. Las mariposas de la silla vuelan de su cintura. El bronceado de sus piernas sale de la confusión gris del piso, con el último sorbo.
Su cabeza mimética elude los pensamientos impropios. Se abandona a sí misma. Ya no hay que mostrar.
De repente emerge sin velos la frase: “se desvanece el arrepentimiento“. No le llega imperativa, sí contundente. El tono optimista de la frase tantas veces repetida en los hexagramas del I Ching le permitió siempre seguir adelante. Cada una de sus palabras soldadas entre sí pasaban en bloque sin la mínima asimilación. Salvo un eco, contrastante lejano apostólico, de pecados desconocidos y obligatorios.
Se desvanece el arrepentimiento, se desvanece la culpa.
Veneró al sabio Libro de las Mutaciones, adoptó como suyos a los antepasados chinos y les agradeció estar en su huella milenaria. Por dónde anduvieron. Por lo que pasaron.
La experiencia es su Dios. Intimo y sagrado.

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