Durante
años la anglofilia ha significado para quien esto escribe un refugio
contra el desencanto y el desarraigo. Cuando uno padecía nuestra
esperpéntica realidad nacional, necesitaba buscar asilo moral y
cultural en las tierras de la moderación y el pactismo, el país del
pragmatismo inteligente. Todo eso ha volado en pedazos, o amenaza con
hacerlo, desde el Brexit. Que sea precisamente Inglaterra, y su
hermana Gales (tan pegados que en cricket juegan juntos), el
epicentro de una decisión populista e irresponsable supone el
derrumbe de cualquier esperanza. Si esto lo hace la 'Perfecta'
Albión... ¡de qué serán capaces los demás!
El
estupendo Pompa y circunstancia de Ignacio Peyró, exhaustiva
enciclopedia de la anglofilia, se convertirá a partir de ahora, si
nadie consigue revertir la situación y atenazar al hooliganismo
multiplicado por los tabloides del miserable Rupert Murdoch
(australiano, por cierto), en el equivalente del siglo XXI a El
mundo de ayer de Stefan Zweig: el retrato de un magnífico pasado
aniquilado por la temeridad y la ignorancia.
Algunos
han afirmado que, tres días después del Brexit, el populismo fue
derrotado de forma insospechada en España. Sólo comparto la idea al
50 %, porque si bien coincido en que la propuesta política podemita
contiene elevadas dosis de pensamiento mágico, no veo de ninguna
manera que la victoria del PP pueda suponer el triunfo de su Némesis,
porque populista también lo es un rato. Por no hablar de su entrega
(junto al PSOE) digna de Nobel a la promoción y ejercicio de todas
las formas de delincuencia posibles.
Sin
embargo, que no gobierne Podemos ha supuesto un alivio mayor del que
imaginaba a priori. Más que nada por las reacciones tortuosas y
salvajes a su gatillazo. Primero se impuso con estrépito la
demonización, en ocasiones aderezada con el apremio holocáustico,
de la tercera edad de este país, que vota mayoritariamente a PP y
PSOE. Luego, el delirio del pucherazo, tesis en la que encontramos
los ingredientes más extravagantes que demuestran un desconocimiento
olímpico de cómo funciona en España el sistema electoral. De
hecho, es de las cosas más eficientes y rápidas que tenemos.
Luego
está lo de Echenique. De inicio, en su condición de científico,
era de los pocos que en Podemos criticaba las magufadas new age de
sus bases. Pero desde que fue elegido a dedo (los círculos estaban
de vacaciones) por Iglesias para ser su mano derecha está haciendo
serias oposiciones a la pureza decapitadora de un Robespierre
contemporáneo, con esa fatwa a las “malas hierbas” del corral
morado que resulta bastante poco amorosa.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
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