(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Hace
unos días se mató el mejor chef del mundo (según La Liste),
Benoit Violier, 44 años, propietario del restaurante Hotel de Ville
de Crissier. Y no lo hizo tras haberse descabalgado de la gloria,
sino en el epicentro de la misma. No es el primer caso en este
mundillo tan mediático y ultracompetitivo.
En
estos últimos años el suicidio ha diluido algo su condición de
tabú en los medios de comunicación. Después de considerarse
temerosamente que la información de estos casos produciría un
efecto mimético que multiplicara las muertes de aquellos que
“levantan la mano contra uno mismo”, como escribiera el
insigne suicida Jean Améry, ahora se está convirtiendo en una
cuestión presente en nuestros medios. Hasta el punto de reconocerse
su condición de importante problema social.
Nos
preceden décadas, incluso siglos, de ocultamiento de esta realidad,
fruto de la vergüenza (casi se prefiere reconocer la condición de
asesino que de suicida en un familiar o amigo) y el temor.
Prácticamente todas las culturas demonizaban el suicidio, en parte
porque significa una transgresión individual de la tutela colectiva.
De hecho, países comunistas como la RDA no ofrecían datos, por lo
que pudiera entrañar de crítica al sistema que una serie de gente
decidiera borrarse del 'paraíso'.
En
España se matan unas 10 personas al día y lo intenta más de un
centenar. Aunque parezcan cifras elevadas, comparados con otros
países son de las más bajas de Europa. Pero no cantemos victoria:
no me extrañaría que este prolongado y bizarro proceso de
investidura que padecemos dispare los casos hasta niveles de los
países nórdicos o Hungría.
En
el mundo de la suicidología se dan varias circunstancias en todas
partes (salvo en China): los hombres se suicidan tres veces más que
las mujeres. Sin embargo, ellas practican las tentativas de autolisis
en superior medida. La mayoría sin éxito, claro. Primero porque en
estos casos matarse no suele ser el verdadero objetivo, sino utilizar
su dramatismo para otras finalidades. También porque el método
femenino habitualmente es menos letal e irreversible que el
masculino: si ellos se decantan por las armas de fuego o lanzarse por
un acantilado, ellas prefieren las pastillas.
Otro
elemento a tener en cuenta, en este caso relacionado con el citado
chef francés, es el perfeccionismo. En muchas situaciones los
suicidas son idealistas que ven fracasados sus proyectos, o son
víctimas preventivas del pánico a caerse del podio. Lo curioso es
que en general los depresivos se suicidan mucho menos de lo que se
piensa.
2 comentarios:
Será, oiga usted, que me suena este tema... mmm... 2008 o 2009 cuando ya lo comentamos??
Como entonces, hoy sigo de acuerdo con usted.
Pens, ya sabe que esto de la autolisis es un clásico en este antro, jejejej. ESto y la mujer ctónica, marca de la casa.
un saludo
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