lunes, 1 de febrero de 2016

LLAMADA DE JOHNNIE WALKER



 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
 
Si alguien esperaba que trate de analizar nuestro proceso cuántico-patafísico de investidura, que se decante por otra columna. A estas alturas, ya me he perdido en los vericuetos patriamente esperpénticos de la gobernabilidad. Algunos pretenden que este sarao sea un inspirado homenaje a House of cards, cuando si acaso estamos más cerca del landismo político de un Mariano Ozores.
Mientras siga el galimatías parlamentario, prefiero centrarme en la reciente visita europea del premier iraní, Hasan Rohani. Mientras que en Italia han claudicado a la exigencia de tapar estatuas desnudas de los Museos Capitolinos y desterrar al vino de la mesa protocolaria (o sea, que ni los italianos puedan beberlo), en Francia Hollande ha entonado un In vino veritas que ni Rajoy en sus mejores mítines.
Recordemos que a Rohani se le tilda de “moderado”, más que nada por comparación con Ahmadineyad o el ayatolá Jamenei. También era “moderado” Mohamed Jatami, que visitó Palma en noviembre de 2005 con motivo de la Alianza de Civilizaciones de ZP... y otro “moderado”, Erdogan, que eso pocos lo recuerdan. Jatami había estado en Madrid tres años antes, y el episodio del vino demoníaco ya protagonizó una precuela. En Europa ha habido polémica ante esta situación, porque más que respeto lo de Renzi, estando en Roma y no en Teherán, es pura claudicación.
Los ingleses, siempre ingeniosos, sacaron partido a una situación similar vivida en Pakistán, parece ser que en los años 70. Una delegación británica debía padecer una reunión oficial con las autoridades asiáticas durante horas sin probar una gota de alcohol. Así que se les ocurrió camuflar los licores en inocentes vasos con zumo, para así entonarse como toca y no molestar a los inquisidores. La serie de la BBC Yes, Minister sacó partido humorístico a este suceso en un capítulo maravilloso en el que los delegados ingleses acudían repetidamente a una “sala de comunicaciones” en la que parlamentaban con los señores Ballantines o Haig. Hacia el final de la reunión, del trinque entre tanta ida y venida al búnquer de los placeres el ministro casi se delataba: “tiene usted una llamada de Mr John Walker”. De la “scotch office... ¡sorry! ¡Scottish! office”.
Volviendo a Rohani, junto al asunto de la dogmática falta de reciprocidad está el ansia de pureza. No beber ni fumar, no sea que uno se distraiga de sus nobles deberes. Que en el caso de Irán no son otros que mantener el preciado liderato mundial en materia de pena de muerte. Unos siete liquidados al día, nada menos.

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