(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Si
alguien esperaba que trate de analizar nuestro proceso
cuántico-patafísico de investidura, que se decante por otra
columna. A estas alturas, ya me he perdido en los vericuetos
patriamente esperpénticos de la gobernabilidad. Algunos pretenden
que este sarao sea un inspirado homenaje a House of cards,
cuando si acaso estamos más cerca del landismo político de un
Mariano Ozores.
Mientras
siga el galimatías parlamentario, prefiero centrarme en la reciente
visita europea del premier iraní, Hasan Rohani. Mientras que
en Italia han claudicado a la exigencia de tapar estatuas desnudas de
los Museos Capitolinos y desterrar al vino de la mesa protocolaria (o
sea, que ni los italianos puedan beberlo), en Francia Hollande ha
entonado un In vino veritas que ni Rajoy en sus mejores
mítines.
Recordemos
que a Rohani se le tilda de “moderado”, más que nada por
comparación con Ahmadineyad o el ayatolá Jamenei. También era
“moderado” Mohamed Jatami, que visitó Palma en noviembre de 2005
con motivo de la Alianza de Civilizaciones de ZP... y otro
“moderado”, Erdogan, que eso pocos lo recuerdan. Jatami había
estado en Madrid tres años antes, y el episodio del vino demoníaco
ya protagonizó una precuela. En Europa ha habido polémica ante esta
situación, porque más que respeto lo de Renzi, estando en Roma y no
en Teherán, es pura claudicación.
Los
ingleses, siempre ingeniosos, sacaron partido a una situación
similar vivida en Pakistán, parece ser que en los años 70. Una
delegación británica debía padecer una reunión oficial con las
autoridades asiáticas durante horas sin probar una gota de alcohol.
Así que se les ocurrió camuflar los licores en inocentes vasos con
zumo, para así entonarse como toca y no molestar a los inquisidores.
La serie de la BBC Yes, Minister sacó partido humorístico a
este suceso en un capítulo maravilloso en el que los delegados
ingleses acudían repetidamente a una “sala de comunicaciones” en
la que parlamentaban con los señores Ballantines o Haig. Hacia el
final de la reunión, del trinque entre tanta ida y venida al
búnquer de los placeres el ministro casi se delataba: “tiene
usted una llamada de Mr
John Walker”. De la “scotch office... ¡sorry! ¡Scottish!
office”.
Volviendo
a Rohani, junto al asunto de la dogmática falta de reciprocidad está
el ansia de pureza. No beber ni fumar, no sea que uno se distraiga de
sus nobles deberes. Que en el caso de Irán no son otros que mantener
el preciado liderato mundial en materia de pena de muerte. Unos siete
liquidados al día, nada menos.
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