(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
¿Recuerdan
al político Rocco Buttiglione? Fue protagonista, hace 11 años, de
un asunto que dio mucho que hablar. Berlusconi lo había propuesto
para ejercer las labores de comisario de justicia, libertades y
seguridad en la Comisión Europea. No llegó a ser nombrado debido a
la presión mediática y política que se organizó a partir de unas
declaraciones impresentables del italiano en las que afirmaba que la
homosexualidad es algo pecaminoso. Finalmente el Parlamento Europeo
rechazó su candidatura para ser comisario. Hasta ahí bien. El
problema viene cuando desde la propia UE, o desde la ONU, la vara de
medir que excluyó a Buttiglione se deja abandonada en un triste
rincón. Una doble moral que suele ser la tónica de nuestra
contemporaneidad.
Todo
esto viene por otro escándalo acaecido hace pocas semanas pero que
ni de lejos ha movido tanta polvareda. Se trata de la designación
del saudí Faisal bin Hassan Trad como líder del Comité de Derechos
Humanos de la ONU. Repasemos lo que ya sabemos, ni que sea para
contextualizar el caso: Arabia Saudí es una de las peores dictaduras
del mundo (mérito que no es fácil de alcanzar) que este 2015 ha
decapitado a más personas que el mismísimo Estado Islámico. Un
régimen que no está precisamente a la vanguardia en defensa de los
derechos de la mujer o de la libertad religiosa y política.
Aunque
no lo parezca, detrás de esta contradicción se encuentra el
etnocentrismo. Pero no el etnocentrismo usual, el del siglo XIX y
parte del XX, que consideraba a los occidentales superiores a
cualquier otro individuo, sino uno de cuño más reciente que
invierte los polos aunque mantiene el esquema dual: los occidentales
somos culpables siempre y en cada caso. Somos más criticables porque
se nos aplica una exigencia moral que luego, y no sólo tenemos el
ejemplo saudí de los DDHH, no se utiliza con los demás. Muchos no
entienden que ese patrón sigue manteniendo vigente el problema: el
esencialismo de distinguir a priori y para siempre entre
buenos y malos. Cambiar a los protagonistas de cada extremo no evita
que la pulsión maniquea siga muy viva. Cuando la única superación
posible es tratar a todos por igual, usar siempre el mismo criterio.
2 comentarios:
Trágicamente cierto. ¿Pero se alzan voces y no se oyen?¿Qué muchedumbre nos acalla? Occidente es el único sitio donde todo cabe, ideas, personas, religiones. Tal vez ha llegado el momento en que ya no. No hay espacio para todo y para todos mientras los que están dentro y fuera no comprendan ni respeten la excepcionalidad histórica de derechos adquiridos en nuestra vieja Europa.
Necesitamos que gente cabal como usted se expresen así. No se canse, por favor, aunque sea por consolarnos de vez en cuando a desconsolados intelectuales y no digamos ya sociales.
Muchas gracias, Alfredo Barceló, es usted muy amable. La paradoja de todo esto es que no paramos de hablar de inclusividad, pero no tratamos de que todos jueguen a la misma baraja. Las consecuencias de esta distorsión ya la estamos viendo.
un saludo
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