(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
En
Pujolandia, el catalanismo acostumbra a ir de cara. Allí sus
posturas tienen un amplio seguimiento social y político, y eso
facilita las cosas para atropellar a los disidentes. En cambio, en
Baleares el catalanismo es minoritario y por eso no suelen ir de
frente sino que se refugian bajo un programa oculto que define lo que
verdaderamente ambicionan. Lo vimos con la cuestión de la inmersión
lingüística: si en Cataluña se presentó y aprobó un decreto
explícitamente de inmersión, en nuestras islas no ha sucedido lo
mismo, aunque hemos llegado más o menos al mismo punto. Se aplicó
en clave maximalista el Decreto de Mínimos (1997), aprobado por el
gobierno del PP de Tòfol Soler, sirviéndose de un mínimo del 50 %
de catalán como plataforma para colonizar el terreno lingüístico
que en nuestro sistema educativo se dedicaba al castellano. La
inmersión llegó así por la puerta de atrás, gracias a la
movilización de la tropa cuatribarrada que gramscianamente controla
la mayoría de los institutos públicos.
Otro
ejemplo de la manera ocultadora que caracteriza la estrategia del
catalanismo en Baleares lo hemos visto esta semana cuando la Fundació
Jaume III presentó los resultados de su laborioso estudio del
catalán usado en los libros de texto de primaria editados por
Santillana, Anaya y Vicens Vives. Nos encontramos pues con que las
modalidades baleares, cada día más deterioradas, van retrocediendo
en beneficio básicamente del catalán barcelonés. Incumpliendo así
el célebre artículo 35 de nuestro Estatuto, que sólo sirve de
facto para convertir a la UIB en un poder de veto ante iniciativas
políticas o educativas que no sean del agrado del catalanismo al que
fielmente representa, pero que, en cambio, no permite que se respeten
las modalidades de nuestras islas, como indica con claridad el texto
legal. Lo curioso es que sí se respetaban las modalidades hace unos
años, cuando yo estudiaba la EGB. El significado de esta estratagema
parece evidente: uniformizar la lengua como paso previo para la
unidad política. Por la puerta de atrás. Con lo que evidencia de
doble vara de medir: exigir la diferencia cuando se grita hacia
Madrid, pero promocionar la homegenidad de puertas adentro. Primero
lo niegan, después viene el acostumbrado cinismo complacido.
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