(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
A nadie debería extrañarle
que los políticos españoles no tengan la verdadera intención de
introducir la excelencia en nuestro sistema educativo. No lo hacen
porque si se cultivara este objetivo pedagógico y social pocos de
ellos se encontrarían donde están. Nuestra política es básicamente
la prueba de que es preferible cultivar la mediocridad y el
servilismo para alcanzar la cumbre. Basta ver a Ana Mato, encarnación
ministerial de la nada. O al energúmeno que ostenta el cargo de
Consejero de Sanidad en Madrid, Javier Rodríguez, el del “tengo la
vida resuelta” que resuena como un “no sé por qué coño os
aguanto”.
Pero no tienen suerte aquellos
que preferirían escapar a este lodazal cultivando supuestos 'hechos
diferenciales', porque escasa diferencia cualitativa se observa en
las distintas regiones de este país. La que con más ahínco trata
de cultivar ese baldío intento de diferenciación, Cataluña, lleva
tiempo produciendo seres de una incalculable pureza escabrosa, con el
Pater Familias de la Nación y sus dificultades por cumplir con
Hacienda mientras se sacrificaba dadaístamente por la patria.
Últimamente se están especializando en producir señoras con un
cierto aire místico que cultivan un discurso estrafalario cuando no
directamente trastornado. A la ya consolidada en estas lides de la
astracanada como es Pilar Rahola, se están sumando vigorosamente dos
pseudovisionarias como la monja Teresa Forcades y Ada Colau. La
primera se descolgó hace años con unas declaraciones que ponían en
duda su armonía espiritual, cuando afirmó que las farmacéuticas, a
cuenta del probable fraude de la gripe A, querían exterminar a
millones de personas para acabar con la superpoblación... A ver, lo
lógico sería pensar que si algo apremia a las farmacéuticas para
que la OMS adapte a sus necesidades la definición de pandemia es el
criterio de ganancia económica. Y no parece probable que quieran
eliminar a millones de potenciales clientes. Pues Forcades había
lanzado su desbocada imaginación hacia el delirio más absoluto,
cuando el espíritu crítico se transmuta en pulsión satanizadora.
Colau ha incidido esta semana en la misma melopea demente al dejar
caer que con el ébola el PP busca un “exterminio encubierto”.
¿Seguro que no vivimos en un psiquiátrico cuyos muros coinciden con
las fronteras de este país?
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