(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
La prudencia, o su pariente la cobardía, acostumbra a
dictar que cada movimiento debe adaptarse al espíritu de la época.
Si reina la tensión, hay que tratar de ser cauto y avanzar
lentamente. En cambio, superada la vorágine, toca arrollar y ganar
terreno cuando la mayoría anda despistada y ocupada en otras cosas.
La lógica moral, por contra, estimularía una dinámica opuesta: ser
más radical en la época opresiva y razonable cuando las lanzas ya
no están en alto. Pero en España no suele ser así. Basta ver lo
que defendía el catalanismo durante la Transición y el extremo
actual, cuando antes veníamos de una dictadura monolingüe y
centralista y ahora vivimos en el Estado de la Autonomías,
plurilingüe y descentralizado.
El Departamento de Filología Catalana de la UIB ha
seguido este camino gradualista desde el inicio de la democracia
hasta nuestros días. Hace poco este diario desvelaba una de las
mutaciones de la UIB en materia lingüística. El profesor Joan
Miralles reconoció en su momento la existencia de unas modalidades
insulares que ahora, sin embargo, niega o restringe. Remontándonos
un poco más atrás, a finales de los 80, nos encontramos con otro
miembro de este departamento, Josep Grimalt, reconociendo una demanda
que justificaría el actual cambio de criterio lingüístico de IB3:
si un balear se dirige a un público balear, podría usar su
modalidad correspondiente sin ningún problema. Ahora, este
departamento rechaza que eso pueda ser así, exigiendo al ente
autonómico la aplicación de un estandard de base barcelonesa.
Viendo el trabajo lingüístico ejecutado en IB3 hasta
ahora por aquellos becarios seleccionados por la UIB, nos encontramos
con que el peso del léxico propio de las Baleares es escaso. Por no
hablar de un artículo salado tan demonizado en los últimos lustros
que ha llegado a perder su uso incluso en el ámbito que le es
teóricamente característico, como es el coloquial. Un tercer
profesor de la UIB, Joan Melià, reconocía en una entrevista
reciente en Canal 4 que se puede salar perfectamente en la
circunstancia de un formato periodístico como aquel. Sin embargo, él
no hizo uso del artículo en casi ningún momento. Dijo que
“podríamos haber salado”, pero no saló. No quiso. Luego habló
de la necesidad de “construir el idioma de los hijos”, olvidando
el de los padres o abuelos, plasmación de esa estrategia cada vez
más maximalista que pretende la imposición en todos los territorios
que usan el catalán de una variante única que progresivamente vaya
estrangulando la multiplicidad léxica, sintáctica y fonética del
idioma. Es decir, la lengua entendida en clave uniformizadora como
propedéutica de una unificación política.
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