fotograma de Inseparables (Cronenberg, 1988)
Aunque la Organización Mundial de la Salud
(OMS) estableció en 1946 que la salud consiste en el completo
bienestar físico, y no sólo en la ausencia de afecciones o
enfermedades, el origen del término lo encontramos en el latín
salus,
que significa en sentido literal un 'estar a salvo', aquel estado en
el que se permanece de alguna forma alejado de las enfermedades que
puedan atacarnos. Por tanto, en la definición oficial la salud
implica un espacio en el que se estaría de forma continuada, un
topos que
se construye asépticamente al margen de las transiciones, mezclas y
ambigüedades que implica la dinámica propia del existir. En la
salud, por tanto, no hay tránsito, pues se edifica como un dique
frente a la enfermedad de lo exterior; la misma enfermedad se define
como todo lo que puede perturbar desde fuera el estado de inmovilidad
(supuestamente redentor) de lo propio.
Si interpretamos la cuestión desde una óptica heideggeriana, la salud se construiría como un dique frente al claro de la apertura, la dimensión de lo abierto que es el ámbito dinámico de lo creativo pero que, por su inestabilidad esencial, no puede ser habitado más que de forma nómada y esporádica. En lo abierto no se pueden echar raíces, pues su naturaleza carece de fundamento genético, de arraigo en sentido absoluto, y es de su potencial creador-destructor de lo que trata de defenderse la dimensión del salus, que se resguarda en la acogedora (pero estéril) oscuridad del bosque. Por su parte, Ernst Jünger también considera el potencial 'caótico' (creador pero desestabilizante) de la apertura, otorgando a la enfermedad, concretamente a la fiebre que provoca un resfriado, enormes posibilidades creativas, siendo las noches de fiebre espacios de fecundidad; en ellas todo cobra mayor grado de intensidad: “uno sube como agua que se desborda de los diques”.
artículo publicado en la revista KILIEDRO
3 comentarios:
Desde una óptica nietzscheana, salud como capacidad para superar la enfermedad. No como un simple mantenerse a salvo y no padecerla, sino como el pasarla y salir de ella, no sucumbiendo y, supuestamente, saliendo reforzado y dispuesto para afrontar la siguiente zozobra. Desde este punto de vista, la salud quedaría lejos de ser un dique que nos separa de lo abierto y caótico, sino más bien al contrario, la salud sería la capacidad de estar en ello, y quien más salud tendría sería quien más incertidumbre, caos, zozobra... (no olvidemos que enfermedad es etimológicamente "infirmeza") lograra soportar, es decir, quien mejor supiera habitar el claro y no se cerrara a él.
Salud y enfermedad no serían, pues, dos ámbitos contrarios, sino dos caras de una misma moneda.
Querido amigo, de nuevo por estos lares. Le agradezco su añadido (la salud como voluntad, en este caso voluntad de superación que nace del reconocimiento de su carencia, ¿verdad?), sobre todo porque, no sé si se acuerda, esta entrada tuvo su génesis en una conversación que mantuve con usted, años ha, en el mítico Mirador.
saludos
Claro que me acuerdo de que estas cosas las hemos hablado. Y del mirador también me acuerdo, aunque hace tiempo que no lo piso (sólo de pasada). A ver si el próximo jueves me dejo caer un rato por él...
Saludos.
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