Michel Foucault
[En diálogo con don Serafín León, y a cuenta de Assange, ese señor tan famoso al que persiguen suecas ctónicas en celo, la conversación deriva hacia la complejidad intrínseca de la filosofía y la patología que acusan muchos a la hora de triturarla sin conocimiento de causa. Como ando vago, y además no dispongo de mucho tiempo para el blog, copio-pego en este subsuelo mi aportación, en parte reescrita.]
Hombre, Serafín, es que la filosofía, a ciertos niveles, es compleja y abstrusa de por sí. Sobre todo a partir de Hegel, que es el que ya la encamina, furiosamente, a la búsqueda de la Nada. Es cierto que determinados autores a veces se exceden artificiosamente con el lenguaje oscuro que manejan (de Heidegger, en particular, siempre recuerdo cómo se engolfa con encadenamientos delirantes tales como “el tiempo se temporacía en su temporacidad” de su Ser y tiempo. Pero son más numerosos e iluminadores sus hallazgos que sus miserias), pero es inevitable tener que recurrir a un lenguaje complejo porque el objeto de la metafísica (el Ser, el fundamento, las condiciones de posibilidad de todo decir y de todo discurso) es algo muy difícil de plantear mediante proposiciones 'claras y distintas'. Hay que reconocerlo, aunque parezca una presunción: para entender muchos textos filosóficos no basta con tener una cierta cultura y ponerte a leerlos directamente, sino que debe trabajarse un aprendizaje específico. Se podrá objetar que eso suena a ‘misterios de secta’ o a iluminaciones religiosas, pero no, pues con la filosofía sucede lo mismo que con disciplinas científicas muy técnicas, que si no tienes una formación trabajada durante años no se entiende nada de nada. Por eso fracasan estrepitosamente los Arcadi Espada de turno que, sin formación filosófica de base, se ponen a disertar sobre Derrida o Heidegger con vocación pontificadora. En estos casos te sueles encontrar, para empezar, con que se carece de la más mínima humildad intelectual para dejar que estos libros te interpelen, en el sentido de establecer con ellos una comunicación recíproca. Si uno lleva una idea prefigurada ya muy cerrada de lo que quiere encontrar en un libro, y es dueño de un espíritu con tendencia al maniqueísmo, poca paciencia va a tener para enfrentarse a aquellos que exceden su capacidad de comprensión. Y, claro, o no se enteran de nada (ante lo que concluyen, encantados de conocerse: ‘estos autores no dicen más que chorradas, así que no sirven para nada’) o lo simplifican todo (lo que provoca las condenas en clave política que se practican frecuentemente en determinados ámbitos). O peor aún, no los leen y se conforman con decir que uno de sus críticos más furibundos, el argentino J.J. Sebreli, sí que los ha leído a todos y ya concluye por ellos que no valen nada, salvo la condena más inquisitorial (el caso del citado Espada es de los más llamativos, saltándose a la torera sus criterios refractarios a la cita de autoridad, aunque en este caso 'Sebreli' y 'autoridad' no puedan ser términos vinculables).
Cuando se habla de esta cuestión siempre aparece en escena el famoso trabajo de Sokal y Bricmont, Imposturas intelectuales, pero hay que ser justo y riguroso con este libro. Y eso quiere decir que, primero, ellos no desacreditan la totalidad de la obra de cada uno de los autores a los que critican, sino que únicamente dejan en ridículo sus ínfulas en lo que a usurpación de terminología científica se refiere, aunque la naturaleza de esas usurpaciones en algunos casos tengan consecuencias más generales. Precisamente en un segundo prólogo, creo recordar que a la edición castellana específicamente, ellos mismos, Sokal y Bricmont, frenaban la furia aniquiladora de tantos lectores (españoles) que aprovechaban las Imposturas para tratar de destruir el 100 % de toda la obra del pensamiento francés de post-guerra.
Segundo: autores de grandísima valía como Derrida y Foucault apenas ocupan páginas en este libro. Creo que son los únicos de los popes franceses que no cuentan con capítulo específico; además, se les cita poco y no con excesivo espíritu crítico. Se podría decir que salen airosos de ‘la quema’. No así otros pensadores más discutibles, filosóficamente hablando, como Irigaray, Kristeva, Virilio, Baudrillard y Lacan, que personalmente me parecen autores más legítimamente censurables, pero no es justo meterlos a todos en el mismo saco con la intención de arrojarlos, juntitos y apiñados, al fuego purificador de la pira sacrificial. A todos estos autores se les incluye en un supuesto grupo intelectual que no existió como tal (llámense 'posmodernos', 'postestructuralistas', 'pensamiento de la diferencia', etc.), pero cada uno de ellos es autónomo y no todos, por supuesto, están intelectualmente al mismo nivel. Por eso resulta del todo improcedente la crítica generalizada que se perpetra contra todos ellos.
También habría que añadir una tercera cuestión: como ha demostrado François Cusset en French theory (traducido al español), lo que ha llegado al lector medio europeo de la llamada Posmodernidad es un refrito perpetrado en tantas universidades americanas (curiosamente en sus departamentos de literatura, no de filosofía. Y este dato es trascendental para entender la dimensión del problema, pues separar a autores como Derrida y Foucault del contexto filosófico que los rodea y origina es el requisito necesario para condenarlos a la pura incomprensión) que rebajan ostensiblemente el nivel del trabajo de sus ídolos. Lo triste es que en España se lee antes a los epígonos o imitadores (y, peor aún, a los furibundos críticos), no se va directamente al núcleo, esto es, a las grandes obras de los mejores (por ejemplo, La arqueología del saber de Foucault, o la misma Las palabras y las cosas; o La escritura y la diferencia y De la gramatología de Derrida. Si acaso, se sacan a colación sus textos menores, artículos o conferencias), de manera que nos hacemos una idea bastante equivocada del contenido de su trabajo. A mí mismo me ha sucedido, y me sorprendió muchísimo (positivamente) cuando leí estos libros citados, pues descubres en ellos una profundidad y un rigor desconocidos en la imagen que se me había transmitido de los posmodernos. Como pasa siempre: hay que leer directamente a los autores y dejar en segundo plano a los intérpretes o la dupla igualmente equivocada de hooligans a favor/en contra. Bueno, y en estos casos, como decía, siempre ayuda tener un bagaje filosófico, pues cuanto menor sea el bagaje más posibilidades habrá de perpetrar lecturas superficiales o reduccionistas. Espada siempre suele decir que el mal de los periodistas se encuentra en su pereza, en su tendencia al lugar común, pues ‘la verdad cuesta mucho trabajo’ y no todos pueden llegar a ella. Y tiene toda la razón, aunque la pega es que esa máxima no se la aplique a sí mismo cuando habla de filosofía, que no es una disciplina fácil a la que puedas despachar con dos lecturas superficiales y un triste eslogan.
12 comentarios:
Creo que tiene razón. Normalmente, cuando leo algo que me resulta incomprensible, tiendo a pensar que el autor tampoco lo ha entendido bien (pues considero que la prueba decisiva para averiguar si tienes claro un asunto es conseguir trasladarlo al papel), pero esto no parece aplicable a la filosofía.
Por lo tanto, hay una brecha entre el filósofo y el no filósofo, que sólo el propio filósofo puede ayudar a salvar. En este sentido, echo de menos al filósofo divulgador, que sea capaz de trasladar el conocimiento filosófico al público no filósofo (por cierto, creo que Ortega decía la claridad es la cortesía del filósofo). Esto es difícil de encontrar. Creo que sí lo consigue Popper, pero, por ejemplo, leí un libro de Scruton de aproximación a la filosofía moderna en el que me parece que fracasaba por completo en la tarea.
Bueno, en España tenemos a Savater como 'filósofo divulgador' más conocido, pero hay otros. De todas maneras, también hay filósofos 'históricos' que se entienden bastante al leerlos, como es el caso de Descartes. Pero ya digo que a partir de Hegel (aunque más bien es desde Kant), el lenguaje filosófico tiende a enmarañarse.
El problema es que resulta complicado que la voluntad divulgadora no consiga descafeinar la calidad de lo tematizado.
El caso de Popper: no sé si es más divulgativo (tal vez sí), pero al tratarse de un filósofo 'positivista' resulta mucho más comprensible que los continentales o metafísicos. En estos casos el lenguaje se adapta siempre a una referencia empírica y su criterio de verdad es más reducido pero asequible (más práctico, vamos).
La filosofía es una disciplina que tiene magia, no es raro que hasta a los mas profanos( como yo ) nos guste "filosofar" y teorizar, pero reconozco que prefiero leer un texto unas cuantas veces, con toda su complejidad, a que me lo den "masticado" me resulta mas bonito, aunque en ocasiones te puedes quedar a dos velas, pero vale la pena, eso sin exagerar cuando es extremadamente entremaliado me rindo.
Muchas veces vale la pena rascar con una cuchara para sacar lo que hay debajo.
Saludos.
La gran filosofía tiene la particularidad de que deja en suspenso el sentido de lo tratado. Si el pensador de turno es capaz de mantener la interrogación abierta durante toda la obra, además de ser una muestra de talento, responde a la naturaleza intrínseca de lo filosófico (que no consiste, como cree el populacho, que es dar sentido al mundo. La filosofía es la antítesis de la ideología y de las religiones), es decir, la pregunta tan profunda de la que no puede extraerse una respuesta totalmente cerrada. Esa incertidumbre parabólica es lo que suele molestar de la filosofía, pues casi todos buscan respuestas en lo que leen. saludos
Me gusta lo que has escrito. A propósito de tu último comentario: ¿la filosofía es el saber de la pregunta o del fundamento?; ¿o es la pregunta por el fundamento?
También: ¿la filosofía es el llevar las preguntas hasta el límite, llegar a la totalidad del saber?; ¿crees que lo adquirido puede ser "suficente"?
Son preguntas generales, poco concretas, pero creo que van referidas al tema de la filosofía (suponiendo que estemos hablando de la filosofía con un método propio y un tema común, es decir: lo que es). Un saludo.
Buenas madrugadas, Rafa. Gracias por tus amables palabras, aunque resulta muy complicado contestar a lo que preguntas. Cualquier cosa que te conteste será un rebajamiento, un desmadejamiento, por eso lo mejor para saber qué es la filosofía es meterse en ella a fondo. De todas maneras, mi opinión como implicado, aunque torpemente, en esta experiencia, es que la filosofía se distingue de otros saberes en dos cosas esenciales:
1. aunque en principio sabe cuál es su objeto, éste no es totalmente definible de partida, al revés, se convierte en una tarea inacabable y tortuosa, propia de la dificultad de conciliar ese objeto (al que podríamos llamar ser) con la escritura. Sólo la filosofía plantea la imposibilidad de partir de un fundamento asegurado, genético, a partir del cual podamos ir articulando deductivamente un conocimiento firme y asegurado.
2. la filosofía es lo contrario que un discurso que pretenda dar respuestas y certezas sobre el mundo y el hombre. Es un saber no ideológico, no religioso y no científico, que se dedica a analizar las condiciones de posibilidad de todo discurso. La filosofía existe en el desarraigo, vive de la agonía, de la nada y de la muerte.
Así, la filosofía trata de llevar las preguntas hasta el máximo de su desarrollo, pero no como totalidad completa de respuestas que se puedan sumar las unas a las otras, sino que en ese máximo de desarrollo se llega al fracaso, a la imposibilidad de dar una respuesta decisiva. La filosofía descubre ese fracaso que otras disciplinas transforman en éxitos (quiméricos), pero no se detiene ahí sino que ahonda en ese fracasar como la experiencia decisiva del saber.
No sé si te sirven estas líneas o tal vez he liado mucho las cosas, pero a estas horas de la madrugada es lo único que te puedo ofrecer.
saludos
Por mi parte, me encanta la filosofía. Sobre todo los griegos. Aristóteles en particular. No me gusta la filosofía de banderas. Esa es la claudicación de la filosofía. Lo que dices de las condiciones de posibilidad: ¿se podría trasladar a la afirmación aristotélica de que "el ser se dice de muchas maneras"? O, quizá, vaya más referido a las condiciones de posibilidad kantianas o a los límites del lenguaje de Wittgenstein... ¿Vas por esos derroteros? Me gusta tu estilo. Un saludo.
A Wittgenstein seguro que no. O al menos al 'primer Witts' que escribió esa memez en el Tractatus del silencio obligado sobre lo no traducible a palabras, cuando la filosofía (al menos la metafísica) no es otra cosa que tratar de ahondar en ese infinito, en esa nada, en esa otredad inasimilable. Lo de Aristóteles ya es otra cosa. Mi interpretación de la filosofía no es que sea excesivamente positivista, vamos.
Pues gracias de nuevo. Los ánimos me vienen bien justo ahora, cuando trato de acabar la puñetera tesis (8 años haciendo el gandul) y nadie de mi entorno cree que pueda hacerlo...
saludos
Muy, pero que muy interesante, Horrach.
Llego aquí casi por un meandro taoísta (Vínculo de Navarth en el Blog de Santi González -sobre un libro que me dispongo a leer en breve, el de Sokal-, vínculo a tu Blog y lectura de artículo y comentarios, incluido el crítico con Espada, cuyo comentario tampoco es como para aplicarle el "arabesco lateral" de Peter)
Y una curiosidad, que le pregunto directamente a Rafa Monterde, a quien no tengo el placer de conocer y sí el haberle leído aquí:
¿Tienes algún parentesco con uno de los mejores dibujantes españoles de historietas de todos los tiempos, Jesús Blasco*, de segundo apellido como el primero tuyo?
*En realidad, toda una saga de artistas, con sus hermanos Adriano y Pili, otro par de talentazos.
Enhorabuena por tu blog, Horrach. Una agradibilísima sorpresa que posiblemente visitaré más a menudo, si mis devaneos personales me lo van permitiendo.
Buenvenido al subsuelo, Lindo Gatito, su presencia ya sabe que se aprecia. Y gracias por sus amables palabras. saludos
José Antonio: Se que esta es una entrada antigua, pero solo he podido entrar por aquí. Tu última entrada, que es la que me interesaba, debe estar un poco "estropeada". A ver si lo puedes arreglar. Porque lo que aparece es una entrada más antigua, y no te deja comentar nada allí.
Hola Koolau. Pues no tengo ni idea, a mí la entrada me funciona bien. ¿Desde qué navegador entra usted? Yo suelo usar el Firefox, pero veo quew desde el Chromium también funciona bien.
un abrazo
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