martes, 11 de diciembre de 2007

NOTAS SOBRE EL CINEMATÓGRAFO


Notas sobre el cinematógrafo es el título de un libro que escribió el cineasta Robert Bresson y que fue editado por Gallimard en 1975 (hay edición española en Árdora, 1997). En esta obra construida a partir de sutiles aforismos intentó Bresson expresar su concepción del arte del cinematógrafo en particular (como algo opuesto a las otras artes de las que históricamente ha bebido), aunque hay mucho más de fondo. Los breves textos del cineasta tienen mucho de filosófico, en el mejor sentido de búsqueda de algo que escapa a cualquier tipo de planteamiento absoluto. El arte implica mucho más que lo que se suele entender por esta palabra, y este libro lo ejemplifica. Sus reflexiones son, en palabras del escritor J.M. Le Clézio, "cicatrices, marcas de sufrimiento". He aquí algunas muestras:

"No hay arte sin transformación.

Crear no es deformar o inventar personas o cosas. Es establecer entre personas y cosas que existen, y tal como existen, relaciones nuevas.

No corras tras la poesía. Ella penetra por sí sola a través de las junturas (elipsis).

Que sean los sentimientos quienes conduzcan los acontecimientos. No a la inversa.

Cinematógrafo: forma nueva de escribir, y por lo tanto de sentir.

El cine sonoro ha inventado el silencio.

Cosas que se vuelven más visibles, no por más luz, sino por el nuevo ángulo bajo el que las miro.

Una cosa equivocada, si la cambias de sitio, puede ser una cosa acertada.

Estilo: todo lo que no es técnica.

Lo que está destinado al ojo no debe repetir lo que está destinado al oído.

Cuando un sonido puede reemplazar una imagen, suprimir esa imagen o neutralizarla. El oído va más hacia el interior, el ojo hacia el exterior.

A las tácticas de velocidad, de ruido, imponer tácticas de lentitud, de silencio.

Practicar el precepto de encontrar sin buscar.

Evitar los paroxismos (cólera, espanto, etc.) que es obligado simular y en los que todo el mundo se parece.

Sólo es duradero lo que está atrapado en ritmos (...). Ello se da porque una mecánica hace surgir lo desconocido.

Que las imágenes excluyan la idea de imagen.

Traducir el viento invisible por el agua que esculpe a su paso.

El ojo (en general) es superficial, el oído, profundo e inventivo. El silbido de una locomotora imprime en nosotros la visión de toda una estación.

Nada de psicología (de esa que sólo descubre lo que puede explicar).

Ve tu película como una combinación de líneas y de volúmenes en movimiento al margen de lo que representa y significa.

Mi película nace por primera vez en mi cabeza, muere en el papel; la resucitan las personas vivas y los objetos reales que utilizo, que son inmolados en el celuloide pero que, dispuestos en un cierto orden y proyectados sobre una pantalla, se reaniman como flores en agua.

Nada de fotografía bonita, nada de imágenes bonitas, sino imágenes y fotografía necesarias.

Ver los seres y las cosas en sus partes separables. Aislar estas partes. Hacerlas independientes para darles una nueva dependencia.

No se crea agregando, sino suprimiendo.

Que la causa siga al efecto y no lo acompañe ni lo preceda.

No sólo relaciones nuevas, sino una manera nueva de re-articular y de ajustar.

Rodar no consiste en hacer algo definitivo, es hacer los preparativos.

La fuerza eyaculatoria del ojo.

La belleza de tu película no residirá en las imágenes (tarjetapostalismo) sino en lo inefable que éstas liberarán.

El público no sabe lo que quiere. Imponle tus voluntades, tus voluptuosidades.

Temblor de las imágenes que se despiertan.

Producción de la emoción lograda mediante una resistencia a la emoción.

Es del sometimiento a una regularidad mecánica, es de una mecánica de donde nacerá la emoción. Para comprenderlo, pensar en ciertos grandes pianistas.

Sé preciso en la forma, no siempre en el fondo (si puedes).

Ten el ojo del pintor. El pintor crea mirando.

Sacar las cosas de la costumbre, descloroformizarlas.

Construye tu película sobre lo blanco, sobre el silencio y la inmovilidad.

Sin cambiar nada, que todo sea diferente".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si a uno le gusta el jansenista Bresson tiene que detestar al "teatrero" Von Trier; no hay más tu tía.

Johannes A. von Horrach dijo...

Hola de nuevo, gin-ctonic.

Pues eso tiene fácil explicación, ya que yo no veo un único Trier, sino al menos dos. El primero es precisamente el que he detestado durante años, el que firmó bodrios penosos como 'Rompiendo las olas' y 'Bailando en la oscuridad'. Como dice usted, estas obras (y alguna más del danés) son la antítesis del cine bressoniano. Pero todo cambió para un servidor cuando vio 'Dogville'. De hecho, tardé unos años en verla, ya que precisamente por las credenciales de Trier no me apetecía nada. Hasta que mi amigo el Rabino Satánico (webmaster de este blog) me la redescubrió, cosa que le agradezco muchísimo. La verdad es que 'Dogville' se parece muy poco a las anteriormente citadas. Como expliqué en mi artículo de Kiliedro, creo que en esta película Trier pega un tremendo salto de lucidez, cosa que se evidencia en su última película, 'El jefe de todo esto', que siendo menos ambiciosa que 'Dogville', prolonga algunos de sus mejores hallazgos.

saludos

Anónimo dijo...

LLeva usted razón, en Dogville hay un tremendo salto, pero a peor; la teatralización llega ya a unos niveles paroxísticos y todo para vendernos la mercancía averiada del antiamericanismo más casposo.

Parece ser que en "El jefe de todo esto" abandona la pretenciosidad por una visión más irónica, bienvenida sea.

Saludos

Johannes A. von Horrach dijo...

No veo lo del antiamericanismo más que en la música final y las imágenes que se pasan en ese momento. Por lo demás, Dogville podría ser el pueblo de cualquier lugar del mundo; me interesa como análisis humano, no como una crítica localista. Si la intención de Trier se reduce a una crítica a los USA peor para él, pero no para la película. Hay obras en las que la voluntad del autor no importa demasiado.

saludos

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