
Desde hace mucho tiempo el fútbol se ha convertido en algo más importante y decisivo que un simple deporte en la mayor parte del mundo. Es un juego y también un deporte, además de un negocio. Pero hay algo más de fondo, algo que nos compromete en lo más elemental de nuestra naturaleza y que, de cierta manera, la expresa y genera. Siendo esto, según mi opinión, lo más importante que caracteriza al fútbol, se trata en realidad de su aspecto menos comentado. A ello dedico este artículo.
En cierto sentido, la del fútbol es una dimensión paralela a la real, aunque su exterioridad no sea la del theoros, es decir, que no se corresponde con el mundo analítico o desvelador de la cultura, que permite una reflexividad sobre el objeto del análisis. En cambio, el fútbol es un espacio inmerso plenamente dentro de las categorías de lo real, un universo paralelo en el que el mundo refleja sus elementos más importantes, sobre todo los más primarios; es un fiel espejo en el que se proyectan los valores de una comunidad. El fútbol es un cosmos, y la manera de habitar ese espacio totalizado lo vincula claramente con la religión, entendiendo religión en el sentido etimológico de la misma palabra, religare, que significa ‘reunir’, el ejercicio mismo de una unificación o vínculo que busca la homogeneidad. El cierre sobre lo propio y la consolidación de la unanimidad comunitaria son aspectos de los que tenemos un claro ejemplo en el sectarismo del hincha futbolístico, cuya relación con el mundo es puramente maniquea y paranoica, ya que late en su pecho el pathos etnocentrista: los nuestros son siempre los buenos, mientras que los demás no dejan de conspirar contra nosotros y de buscar nuestra perdición. El hincha ve en su equipo una posibilidad de salvación y de redención, y es que en este mundo en el que vivimos, en el cual las grandes certezas metafísicas y religiosas se han venido abajo (al menos en su pretensión de exclusividad absoluta, es decir, en su dominio totalizador), el fútbol se ha convertido en una esfera de salvación y refugio para cientos de millones de personas, un motivo de orgullo identitario, una forma de vida, una auténtica religión...
(artículo completo en KILIEDRO)