
Uno de los discos más queridos en este subsuelo es el trallazo que el indómito Michael Gira publicó en 1998, en formato de dos discos. Ya desvinculado, al menos oficialmente, de su fascinante proyecto Swans, Gira se rodea aquí, en parte, de los que fueron sus colaboradores en el mismo (Jarboe, Norman Westberg, etc.) y realiza su obra más arriesgada en cuanto a planteamientos, brutal en su ejecución y despiadada para el oyente. The Body Lovers/The Body Haters (publicado sin mención explícita de quien es el autor) es un auténtico mar de crepitaciones sonoras, de desgarros y estallidos infernales que llevan al extremo los planteamientos que habían dirigido la trayectoria de Gira hasta el momento (luego, con su nuevo proyecto The Angels of Light su sonido se hace más amable). Se podría decir que prolonga aquí los descubrimientos sonoros que había ensayado en el disco doble de rarezas de Swans, Soundtracks for the blind (1996), concretamente de varias de sus turbadoras piezas (The beautiful days, Surrogate 2, Mellothumb, Secret friends, Live through me o The sound). En teoría, dos nuevas entregas tienen que dar continuación a este proyecto, pero parece que Gira se ha olvidado, de momento, del tema.
La cabeza dibujada de un cerdo, como se puede ver arriba, ilustra la portada de este disco, pero también se incluyen otras ilustraciones en su interior: una soga, dos testículos y un pene erecto, el culo de un caballo, una vagina o la boca de una oveja. Gira siempre ha tenido debilidad por ilustraciones algo extrañas (como los conejitos de su época en Swans que va de 1988 a 1992, más o menos), aunque en este caso la significación que les otorga parece mayor. Un ciclo se cierra en su trayecto creativo y tal vez por eso las imágenes escogidas sean tengan un cariz más definitivo, seco, concluyente.
The Body Lovers es el disco más desarrollado del proyecto (el otro, del que no incluyo ninguno de sus dos larguísimos cortes, también resulta fascinante, aunque sea más monocorde y lineal), aquel en el que se puede apreciar una evolución desde lo más infernal (cortes 1, 3, 4 o 7. Ninguna pieza lleva título) hasta la más sosegada de las beatitudes (los tres últimos cortes). Se trata, en suma, de un viaje a la médula del sparagmos, el terreno donde la ruptura y la convulsión se convierten en protagonistas absolutos, en sujeto que dirige las evoluciones y los caminos a seguir, el despliegue de fuerzas puestas en acción.
La cabeza dibujada de un cerdo, como se puede ver arriba, ilustra la portada de este disco, pero también se incluyen otras ilustraciones en su interior: una soga, dos testículos y un pene erecto, el culo de un caballo, una vagina o la boca de una oveja. Gira siempre ha tenido debilidad por ilustraciones algo extrañas (como los conejitos de su época en Swans que va de 1988 a 1992, más o menos), aunque en este caso la significación que les otorga parece mayor. Un ciclo se cierra en su trayecto creativo y tal vez por eso las imágenes escogidas sean tengan un cariz más definitivo, seco, concluyente.
The Body Lovers es el disco más desarrollado del proyecto (el otro, del que no incluyo ninguno de sus dos larguísimos cortes, también resulta fascinante, aunque sea más monocorde y lineal), aquel en el que se puede apreciar una evolución desde lo más infernal (cortes 1, 3, 4 o 7. Ninguna pieza lleva título) hasta la más sosegada de las beatitudes (los tres últimos cortes). Se trata, en suma, de un viaje a la médula del sparagmos, el terreno donde la ruptura y la convulsión se convierten en protagonistas absolutos, en sujeto que dirige las evoluciones y los caminos a seguir, el despliegue de fuerzas puestas en acción.
