sábado, 12 de septiembre de 2020

DEL ‘VIVA CARTAGENA’ AL CHECKPOINT CHARLIE

Era ya previsible que en este 2020, salvo el ascenso del Atlético Baleares, estábamos destinados a vivir todas las experiencias insólitas posibles. Algunas de ellas, sin embargo, nos retrotraen a épocas medivales, como la larga cuarentena que nos tocó padecer esta primavera, seguramente la más estricta y larga del mundo occidental. También la más inútil. Y ahora nos cae del cielo, o mejor dicho del saber hacer de nuestro egregios gobernantes, una reedición de los guetos que en Palma habíamos elevado a modelo de ingeniería social con los judíos y chuetas de hace siglos. En este último caso, unos 23.000 elegidos, entre los cuales no tengo más remedio que incluirme, vamos a poder paladear las delicias de otra performance que pondrá a prueba nuestro baqueteado equilibro mental. Bienvenidos a los Guetos Armengol & Hila S.A., el gueto de la gent. 
 
Es cierto que el perímetro de esta nueva judería coincide con la zona sanitaria de Son Gotleu, bien enclaustrado por cuatro calles o vías importantes, pero salta a la vista para cualquiera que viva por aquí cerca que el foco de los contagios comunitarios se da mayoritariamente en el barrio de Son Gotleu, y mucho menos en los otros tres del encierro. Pero me parece evidente, y también a bastantes vecinos consultados, que un gobierno que dice ser de progreso, y más con la mosca morada en la coalición, no considera conveniente estigmatizar al barrio más entretenido de Palma. De hecho, fue muy delatador escuchar el miércoles a la presidenta y al alcalde referirse a toda la zona con términos que sólo son ajustados si hablamos de Son Gotleu: altísima densidad humana y pisos miniatura. Elementos que propician la transmisión comunitaria del virus. De esta manera las contradicciones entre psocialistas y podemitas tendremos que pagarlas los escudos humanos que vivimos en zonas donde el virus ha sido mucho menos letal. Pero el perímetro es el perímetro. El resto de palmesanos parece bastante aliviado, e incluso divertido, lo que no extraña si pensamos en los globos sonda que circulaban desde la semana pasada y que planteaban un cierre de la ciudad al completo. No hace falta leer a Maquiavelo para darse cuenta de que rebajar un poco la expectativa generada facilita el consentimiento de los amenazados. Si nos secuestra Jack el Destripador y amenaza con amputarnos todas las extremidades, que finalmente nos corte sólo una parece incluso un detalle generoso por su parte. 
 
 Una apreciable ventaja de este sainete es que al fin podremos saber que existe la mítica Policía Local de Palma, aquella que misteriosamente desapareció de la zona tras el Estado de Alarma y de la que nunca más se supo. Porque no ha sido sólo en verano donde la ausencia o inacción de los uniformados municipales (también de los nacionales, por cierto) resultó palmaria. La igualmente inefable Emaya ha jugado el mismo rol espectral, con dos largos meses sin desinfectar los barrios, y eso en la época del año con más ciudadanos en la calle entregados a una frenética socialización. Esa falta evidente de control, como también ha sucedido en el ya famoso a nivel nacional Parque Wifi, convirtió las calles de Palma, y en especial las de Son Gotleu, en un homenaje al ‘Viva Cartagena’, ese lema que ejemplifica que la única regla es que no hay reglas. 
 
Las nuevas normas ya están más o menos claras, definidas en ese Boib que de tan leído estos últimos meses podría ser un superventas, pero falta saber lo más importante: qué protocolo de actuación llevará a cabo la policía. Si recordamos lo que sucedió en marzo y abril, con unos uniformados (muchos de paisano, a la embozada caza de infractores) que en una apreciable mayoría parecían consagrados a emular a Los hombres de Harrelson, me temo lo peor. Con qué facilidad han pasado del cero al infinito, pues habiendo extremos ¿por qué quedarse en el medio, verdad? Pero tampoco parece lógico que al Pacte le convenga un exceso de celo policial, con un Checkpoint Charlie, al estilo muro de Berlín, en cada calle de salida del cerco, pues la imagen de gueto que han puesto en marcha podría marcar la legislatura de forma indeleble y liquidar políticamente a sus artífices. Puestos a vivir al límite, que no se corte el ayuntamiento en facilitar a los encarcelados en el rectángulo covidiano las tan útiles estrellas amarillas, que harían las delicias de judaizantes como un servidor.

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