lunes, 9 de julio de 2007

LA CONSTRUCCIÓN DE LA MORAL OCCIDENTAL


Este verano también estamos de rebajas en el subsuelo. Por tanto, recupero el texto de lo que fue la entrada del día 25 de junio en el Nickjournal:


Habéis oído que se dijo: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no toméis represalias contra el malvado; y si alguien te pega en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mateo 5, 38-40).


La base hermenéutica de las teorías del pensador francés René Girard tiene que ver básicamente con el contenido de los Evangelios, de los que hace más una lectura antropológica que teológica (ésta vino con posterioridad), lo que le permite descubrir un conocimiento insólito sobre la naturaleza humana. Girard sostiene que este texto partido en cuatro versiones es el primero que históricamente habla desde el punto de vista de las víctimas y en contra de los verdugos (o al menos el primero que lo hace de manera tan decidida). Mientras que en los mitos de infinidad de culturas o, por poner un ejemplo más cercano, en las tragedias del mundo griego (la de Edipo, por ejemplo) la colectividad agresiva siempre tiene razón en su lucha contra el individuo desprotegido y culpabilizado (en el caso de Edipo él mismo reconoce la culpabilidad que le endosa la comunidad de Tebas), en los Evangelios es la víctima sacrificada la que representa y ostenta la verdad. Por tanto, aquello que los mitos justifican es negado en los Evangelios. Aunque se hayan hecho interpretaciones sacrificiales de la muerte de Jesús, en los Evangelios su inocencia es clara, mientras que de la culpabilidad de los otros actores de la Pasión, aunque con diferente incidencia y nivel, tampoco puede dudarse.

Girard descubre en la Biblia una construcción progresiva de una idea de moralidad y de justicia que es la que está en la base del mundo occidental; aunque en ocasiones eso no se haya plasmado a nivel práctico, esta moralidad no ha abandonado su posición preeminente en los últimos tiempos. Hoy en día nos puede parecer la defensa de las víctimas algo normal y lógico, pero históricamente no ha sido así, ya que toda sociedad tiende a ocultar sus crímenes y a justificarlos indirectamente mediante una interpretación mítica absolutoria. Y aunque en occidente ese pathos también ha estado (y sigue estando) presente, es cierto también que las bases morales y éticas de los Evangelios se han desarrollado con mayor fuerza.

Pero el contenido de los Evangelios ha sido sometido históricamente a no pocas adulteraciones, primero por parte de la Iglesia y después por cierta izquierda occidental. En el primer caso, no hay duda de que el cristianismo histórico se ha servido de su propio mensaje originario para, en ocasiones, legitimar precisamente a lo que este mensaje se opone: las violencias de origen comunitario, la clausura de los sistemas de sentido, el pathos sacrificial, etc. De esta manera, la revelación evangélica del mecanismo del chivo expiatorio se ha acabado interpretando en clave sacrificial: de la condena de los sacrificios dictaminada por el propio Jesús (“no quiero sacrificios, sino misericordia”, Mt 9, 13) se pasó a la justificación de los mismos (teorías expiatorias de la muerte de Cristo, interpretada como ‘entrega’ que libera al hombre de sus pecados) y a la necesidad de los principios éticos y morales que tienen que ver con ellos. En el fondo se produce de facto cierta negación del Pecado Original, desviando la responsabilidad humana de sus propias violencias hacia la figura ambivalente (por demonizada y divinizada) del Dios que entrega a su hijo para salvar al hombre. Girard censura esta línea interpretativa muy presente en el cristianismo histórico para hacer hincapié en la responsabilidad exclusivamente humana de su parte maldita.

Por lo que respecta a cierta izquierda de origen rusoniano, todo empieza cuando, a partir de la obra del propio Rousseau, se desplaza el principio de culpa del individuo hacia una idea de colectividad abstracta. La violencia ya no se define como algo connatural a la naturaleza humana, sino que se interpreta como un producto de las relaciones sociales. Es decir, que para esta visión la violencia más destructiva puede justificarse porque detrás de ella siempre podrá encontrarse una razón (social, de clase, ideológica, etc.) que la pondrá en marcha. Desaparece cualquier elemento de contención moral (a la ley moral se opone lo que podríamos llamar una ‘mística de la transgresión’) y todo se abandona a las necesidades de la ideología; las culpas ya no afectan a los sujetos violentos sino que son atribuibles, mediante elecciones sacrificiales, a otros sujetos ajenos al propio acto agresivo. Paradójicamente, la tesis rusoniana que defiende la bondad natural del hombre ha acabado legitimando innumerables crímenes. Y es que hoy en día se ha asumido el lenguaje evangélico de las víctimas como una forma muy efectiva para legitimar la acción de los verdugos; se culpabiliza en nombre de la justicia, a partir de una idea de no-culpabilidad; se persigue en nombre de la tolerancia. El mecanismo sacrificial sigue buscando víctimas y ahora lo hace con la Declaración Universal de los Derechos Humanos bajo el brazo. La clave: las nuevas formas de victimización se desarrollan a partir de los instrumentos destinados a suprimirlos; su objetivo es, en realidad, erradicar esos instrumentos. No es otra cosa lo que intentan cierta izquierda defensora del islamismo terrorista y los nacionalismos etnicistas: bajo la máscara del victimismo se pretende volver a formas de sociedad homogéneas y excluyentes en los que la violencia organizada y sistemática contra sectores determinados sea tolerada y estimulada. Se trata, en suma, en este proyecto rusoniano, de acabar con la base evangélica de la moralidad occidental partiendo de la radicalización (y sobre todo manipulación) de sus planteamientos.

6 comentarios:

Petrusdom dijo...

No queda claro a que "cierta izquierda" te refieres como "defensora del islamismo terrorista". ¿No serás como aquel que cuando le hablaban de socialismo lo representaba con el partido alemán promotor y actor del Holocausto?. No queda claro, no...

Johannes A. von Horrach dijo...

Hola Petrusdom, bienvenido al subsuelo.

Con lo del socialismo nazi imagino que te refieres a Albiac, pero no voy por ahí.

Lo que digo en el texto es que hay una cierta izquierda (la más vinculada con el comunismo sobre todo: estalinista, castrista, maoísta,...) que despliega una implacable crítica sobre la sociedad occidental, pero que, cuando el sujeto moral se desvía hacia otras culturas o sociedades, pierden de forma muy llamativa todo el espítiu crítico que parecían ateasorar. Me llama la atención que muchos que llaman asesino a Bush califiquen de "resistencia" o "insurgentes" a los islamistas que despanzurran civiles en Irak (hay que recordar que más o menos el 80 % de las víctimas en Irak las matan islamistas, no el ejército americano). Lo que veo aquí es que se cambia de registro crítico en base al diferente objeto de la crítica y eso lo juzgo negativamente: si se utiliza un baremo con los USA no podemos utilizar otro distinto cuando el señalado es el islamismo. Ojo, que eso no sólo lo hace esta izquierda a la que me refiero; la verdad es que todos caemos constantemente en estas estrategias malintencionadas. Pero volviendo al caso analizado, lo que veo es que esta izquierda de tintes más comunistas que socialdemócratas, después de la caída del Muro de Berlín ya no tiene más ideología que el oponerse sistemáticamente a lo occidental; no se analiza cada caso concreto, cada situación, sino que pone uno del lado contrario al que se supone que pertenece a los occidentales (como si sólo hubiera una posición posible en occidente). Por eso creo que, aunque no se simpatice ideológicamente con el islamismo, muchas veces se acaban tolerando o, en ocasiones, incluso defendiendo sus crímenes por el maniqueo mecanismo de defender lo contrario de algo que juzgamos nefasto. Y, claro, no me parece ni sutil, ni honrado ni inteligente ir por el mundo aplaudiendo todo lo que se opone a Bush & co. Creo que tenemos coco para afinar un poco más.

saludos

Egarense dijo...

Pascal Bruckner va en esta misma línea, en su libro "La Tiranía de la Penitencia".

A este respecto siempre viene a cuento la frase de Camus: "El sufrimiento no da derechos"

Anónimo dijo...

Gracias por compartir. Parece que es decisivo distinguir a las víctimas de los verdugos, muy dados a restringir derechos, a darse etiquetas de modernos y "progresistas" y a concederse todos los privilegios posibles. Es la vieja historia de las dos varas de medir: ver la mota de polvo en el ojo de los demás, y no ver, jamás, las inmensas vigas y vigas de hierro en su propio campo.

David Pose dijo...

Gran articulo la verdad es extraño descubrir que alguno de esas ideas que uno consideraba "únicas" ya las tuvieran otros y en un nivel mucho mas complejo del que podré alcanzar. Parece que nadie es tan diferente como le gustaria ser a pesar de ser siempre el bueno de la película. como decía Siniestro LA SOCIEDAD ES LA CULPABLE ;)
PD: Dejanos a los pobres lectores algun sitio por donde seguirte que yo no lo veo por ningun lado :P

Johannes A. von Horrach dijo...

Bienvenido al subsuelo, y gracias por sus palabras, es usted muy amable. Creo que la opción de 'seguir el blog' está habilitada. Lo que no hay manera de que me entre (y sí lo hace en 'Filorugby') es la barra inferior con los botones de Facebook, Twitter & co.

saludos

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