LA ANACICLOSIS ESPAÑOLA
La anaciclosis es un término griego que se conoce, básicamente, gracias a la obra de Polibio, historiador griego en la época en la que Roma ya ejercía su dominio más allá de la península itálica. La anaciclosis implica una tesis sobre los ciclos políticos, basado en la decadencia imparable de todo sistema. En la República de Platón ya podemos encontrar ideas del mismo estilo, y autores más cercanos a nosotros, como Rousseau, fueron influidos por esta concepción de la dinámica política. En el libro VI de su obra Historia universal, Polibio considera que la esfera política se desarrolla de forma análoga a un proceso biológico, cuya dinámica podría consistir en cuatro fases progresivas: origen, crecimiento, culminación y declive o desaparición.
Según esta concepción, todo régimen político tiende, por naturaleza, a degenerar. Esta ley implica a cualquier tipo de régimen, por bueno que sea: de la realeza surge la tiranía, de la aristocracia la oligarquía, mientras que la democracia degeneraría en demagogia populista. La única manera de controlar en cierta forma este proceso (la dinámica decadente nunca puede detenerse completamente), según Polibio, consistiría en organizar un régimen de tipo mixto, que permita una cierta armonía en la estructura política. En cierta forma, se trataría de llevar a cabo una efectiva separación de poderes.
Las cosas reales, los entes, por su propia naturaleza contingente, están sometidas al cambio, y por eso mismo decaen. Como escribe Polibio en el contexto de los entes políticos, “las constituciones perecen por dos procesos, uno inherente y otro ajeno a ellas (...). El inherente es un proceso regular”, sometido a la citada lógica de las cuatro fases de la anaciclosis.
Todo punto álgido genera una dinámica que se le opone. Por ejemplo: llegar a alcanzar un nivel de vida confortable provoca que afloren defectos tales como la pereza, la desidia, la soberbia, el despilfarro, etc. Y a la inversa, hundirse ya implica que se articule aquello que lo contradice y lleva a su contrario: valentía, sacrificio, constancia, etc.
Después de las elecciones españolas del 9-M podemos decir que hay dos partidos de ámbito nacional que han iniciado ciclos políticos de signo y orientación muy distinta. Uno de ellos es UPyD, partido de nacimiento reciente, que de la nada ha pasado a obtener 300.000 votos con sólo seis meses de vida. La dinámica de este partido, a medio plazo, parece claramente ascendente, y, si aprende de los errores de Ciutadans, el momento de su declive queda todavía muy lejos. En estos momentos se encontraría en plena fase dos (la de crecimiento) de la anaciclosis de Polibio.
Por el contrario, quien se encuentra inmerso en un ciclo claramente negativo es Izquierda Unida, que en estas elecciones se ha situado al borde de la desaparición. IU ha pasado, en poco más de 10 años, de tener 21 escaños (y más de dos millones y medio de votos) en las elecciones de 1996, cuando era dirigido por Julio Anguita, a quedarse con los 2 tristes escaños actuales. Nada menos que ¡19 escaños! (¡y 1’7 millones de votos!) se han perdido por el camino, siendo el PSOE el principal beneficiado de este desangramiento progresivo de los comunistas. Resulta curiosísima la lógica de este derrumbe. Creo que las causas, entre otras, podrían ser dos. La primera nos dice que IU ha sucumbido al trabajo que en su contra ha llevado a cabo el PSOE y sus satélites mediáticos desde 1996. Recordemos el trato tremendamente negativo que daban a Anguita medios de comunicación como, por ejemplo, El País, que contrasta con la mayor amabilidad con la que ha sido tratada la figura de Gaspar Llamazares. Observar el sorprendente y rápido tránsito de personas que estaban en las filas de IU cuando éste era un partido fuerte y con influencia, como es el caso de Diego López Garrido, da algo que pensar. Recordemos que López Garrido, feroz opositor de Anguita, cambió de bando uniéndose al PSOE (junto a personas como Cristina Almeida), donde ha prosperado rápidamente hasta el punto de ser recompensado con la portavocía de este partido en el Congreso.
La otra causa relacionada con el declive de IU podría tener que ver con cierto acomodo de sus dirigentes a un rol de comparsa (de llamada ‘voz crítica’) del PSOE. Esto ya se evidenció en las elecciones del año 2004, cuyo resultado fue negativo para IU (pasó de 8 diputados a 5). La pérdida de escaños se consideró algo secundario; lo principal y más importante era que el ‘infame’ PP había dejado de gobernar. Ese odio al PP es lo que, aunque de forma indirecta, está acabando totalmente con IU. Con Anguita en la dirección, IU, que hacía oposición frente al PSOE gobernante de Felipe González, se convirtió en una fuerza política poderosa e influyente. Pero ahora, con Llamazares, cuando la labor opositora se ha llevado a cabo no contra el gobierno de Zapatero sino contra la oposición de Rajoy, se ha desmoronado hasta casi la desaparición. Es como si, en cierta forma, IU hubiera trabajado más para el PSOE que para sí mismo. El odio que siente por el PP ha podido más que sus legítimos intereses como partido político independiente.
Ahora Llamazares ha anunciado que se va (como coordinador general). Pero no del todo (mantendrá su escaño toda la legislatura). Todavía tiene que acabar el trabajo que inició en el año 2000. Lo que ahora me pregunto es: ¿seguirá después el mismo camino de López Garrido? ¿Será homenajeado, tal y como se merece, como el mejor político con el que ha contado el PSOE en esta última década?