lunes, 16 de octubre de 2017

CEGUERA SELECTIVA


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Somos humanos porque somos subjetivos. Pero también, como humanos, es exigible embridar esa subjetividad, hacer frente a los sesgos que nos llevan a decantarnos por esto y no por aquello. ¿Por qué siendo todos tan amantes de la igualdad luego defendemos asimétricos Conciertos económicos? ¿Por qué decimos que hay que depurar el escándalo de las cajas de ahorros pero después miramos a otro lado cuando comparecen las mangarrufas de la antigua Sa Nostra? En otro orden de cosas, pero siguiendo la misma senda de percepción sinuosa, es curioso cómo sobreviven en las afueras de nuestra mirada singularidades tan estimables como la curiosa momia egipcia del más curioso aún Museo Bíblico. O un cementerio judío no muy lejos de Palma. Ya no sobrevive, que yo sepa, pero había en un bar de Llubí unos animales deformes que el dueño guardaba en unas vitrinas que espantaban a sus clientes, yo incluido en los años 80 cuando mis padres visitaban a un amigo, el rector Joan Rosselló. Por no hablar del bar Panorámica, al que me referí hace poco.
Hoy hablaré del islote de Na Galera. Lo hemos tenido siempre delante de nuestras narices, pero fruto de esta subjetividad descuidada tan nuestra nunca le habíamos dado la menor importancia. Una roca frente a Can Pastilla, nada más. Este verano le he dedicado un reportaje en la Gaceta Náutica, y ya destaqué que podría servir como metáfora de nuestro buen hacer: mirada distraída que sólo se pasea sobre las cosas, pero sin fijar el foco ni escrutar detalles. Así se desatienden logros importantes para cortejar minucias prestigiadas por lo identitario, el dinero o a saber qué más. Menos mal que de vez en cuando aparecen individuos insólitos que son capaces de intuir de verdad lo importante, ir más allá de lo evidente y trabajar sin seguir dinámicas trilladas.
En este caso hablamos de Ramón Martín, co-director de las excavaciones arqueológicas que han encontrado en Na Galera un fascinante santuario púnico y varios restos talayóticos. Martín es un auténtico self-made man, pues trabajando en el mundo del turismo se recicló ya mayor estudiando arqueología en la UNED, y con su equipo de colaboradores y voluntarios (necesarios estos en un proyecto en que el dinero público anda muy justo) ha ido profundizando desde 2012 en las entrañas de este islote desenmascarando nada menos que restos de una docena de seres humanos, fragmentos de muros, cerámica diversa, un pozo funerario, tres cisternas, monedas púnicas e increíblemente los esqueletos de unos 2000 cormoranes (adultos y enteros), que al parecer liquidaban para que no les birlara la pesca. En estas semanas se va acabando el proceso de excavación y quedan más maravillas por emerger.

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