Luego dirán que en Mallorca no
se mima la cultura, cuando acabamos de celebrar un sostenido y
enfático homenaje a la liquidez del difunto Zygmunt Bauman, el Gran
Diluvio que convertirá lo que nos quede de vida en una actividad
exclusivamente acuosa.
Estamos instalados en la
bipolaridad. En cuanto al tiempo meteorológico, en el cual pasamos
en semanas de la sequía al desbordamiento de los embalses. Pero
también hay esquizofrenia política. De todos los colores, pero el
que rompe baremos últimamente es Podem. A la par que se cierran
carreteras en Mallorca, se clausuran comunicaciones intrapodemitas.
Los cuarteles morados, inundados. Y el votante, enclaustrado lejos de
la intemperie.
Precisamente nos acaba de visitar
Echenique. El que pagaba en negro a su auxiliar personal ha emulado a
Philip K. Dick, impartiéndonos un fascinante simposio sobre
precrimen, amparando depuraciones preventivas “antes de que se
cometiesen los ilícitos” para el caso de Seijas y Huertas.
Luego está el parlanchín Ribot
y sus compinches “tontos y vagos” que ponen pegas a la
contratación de una mujer si quería quedarse embarazada. ¿Cómo
valorará este asunto su señoría Echenique? ¿Qué código manejará
para su dictamen? ¿El Penal, el Civil, el ético-podemita o
directamente el patafísico-dadaísta?
Esta pasada semana se produjo
otra encarnación de nuestra neurosis que ve la paja en el ojo ajeno
y descuida la viga del propio. Me refiero al ataque brutal de Marisol
Ramírez contra un catedrático de la UIB. Todavía estoy esperando a
que PSIB, Més, Podem o el presidente de Ben Amics digan algo al
respecto, más que nada porque me lapidaron a mí hace unos meses por
una minucia que escribí bastante menos punible que la barbaridad que
publicó Ramírez.
La diputada Margalida Capellà,
entre otros, exigió jactanciosamente que se estrenara en mis carnes
la nueva Ley LGTBI, pero con su amiga Ramírez parece que es menos
exigente. ¿Acaso estamos ante una ley que sólo es susceptible de
aplicarse a los otros pero nunca a ‘los hunos’? De nuevo, la
doble vara de medir que acaba con cualquier credibilidad si sólo se
apela a una causa cuando ésta nos permite linchar a un rival, aunque
luego los acusadores sean los primeros que se la pasen por el forro.
¿De verdad alguien todavía se
cree que estos clérigos laicos defiendan a víctimas reales? Si
leyeran a René Girard entenderían que en la sinuosa realidad del
siglo XXI el mayor de los talibanes no tiene necesariamente que ser
un ultraconservador, sino que puede dedicarse full-time a la
cacería de adversarios enarbolando lemas progresistas y
supuestamente inclusivos. Igual que el populismo, los inquisidores
lucen tanto a la izquierda como a la derecha.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
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