Hay
que estrenar el año en positivo, faltaría más. Yo ahora mismo
irradio alegría a raudales, una gozada de buen rollo. Así que para
empezar bien este 2017 lo que me pide el cuerpo, pleno de
cordialidad, es dirigir el lanzallamas purificador hacia dos bultos
sospechosos a los que debemos echar mano cuanto antes si queremos ser
un país avanzado o al menos decente: la tribal y taquicárdica
pirotecnia, que no es otra cosa, en su psicótica crepitación, que
un atentado contra la salud de todos; y, por favor, las infames
batucadas, que generan menos infartos pero como agresión a la
dignidad propia o ajena no tienen parangón.
Pero
bueno, la verdad es que estas fiestas nos han mimado con regalitos
inolvidables. Hallazgos de mentes privilegiadas, como lo de
rebautizar Ramón Llull al aeropuerto. También cimas del ingenio,
como escucharle a la archiperdedora Armengol, que no ha quedado
primera en ningún comicio de su vida, que ya se está preparando
para “poder ganar” las próximas elecciones… Muy bien,
Francina, di que sí. Ya que estamos de un sincero que lo tiramos,
comunico urbi et orbi que me estoy preparando a fondo para mi
inminente cita con Kim Kardashian, donde daré un do de pecho
histórico.
Luego
está el regalo de Reyes del serial de Podem, ‘Lealtad a Alberto’,
un cruce entre Falcon Crest y Mariano Ozores. Suele pasar que justo
cuando uno está convencido de culminar su magna obra, todo se viene
abajo. No le salía mal la estrategia a Jarabo, similar a la de ERC
en Cataluña: posibilitar un gobierno en el que mete mano cuando
quiere, pero sin el coste de formar parte de él. Tan sobrado iba el
madrileño que incluso se permitía chantajear al PSIB sobre lo que
debían votar sus dos diputados en la última investidura nacional.
La triunfante Armengol tragaba porque, si no, se quedaba sin
gobierno. La tensión inoculada incluso generó enfrentamientos entre
psocialistas y pesemeros, como el tiroteo entre los consellers
Cladera y Vidal que sólo hemos olvidado gracias a la polvareda
morada.
La
cuestión en el universo jarabista es que si de puertas afuera lo que
toca es sacar los colmillos, incluso asomar el bazooka de vez en
cuando, de puertas adentro, ante el infalible politburó, hay que ser
“buena niña” y “no dar miedo”. Por eso le ha ido mal en
Podem a Carmen Azpelicueta, que destacaba demasiado, y en cambio muy
bien a “Carlitos” (Saura). Nueva política: Extra Ecclesiam
nulla salus. Sólo que cambiando Vaticano por Complutense,
auténtica West Point del podemismo donde se forjó precisamente
Jarabo, un candidato tan digitado que ya había ganado las primarias
antes de nacer Podem.
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
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