Existe
una expresión catalana que dice “al sac i ben lligat” cuyo
germen de componenda férreamente perpetrada dibuja un retrato
fidedigno de nuestra partitocracia, que para el Catenaccio
siempre ha mostrado un talento excelente. La semana pasada nos
desayunamos con una noticia en apariencia sorprendente: sólo 95.000
españoles declaran en el IRPF que pertenecen a un partido político.
¿Cómo es posible que sean tan pocos cuando, por ejemplo, sólo el
PP presume de tener casi un millón de adeptos de cuota?
Teniendo
en cuenta que declarar la cuota desgrava, dudo mucho que haya
centenares de miles de españoles que se olviden de hacerlo. Si
nuestra clase política es digna de Nobel en las argucias que blindan
sus privilegios, sus correligionarios no se quedan atrás en lo que
se refiere a sacar la mayor tajada posible para su bolsillo. Voces
poco conciliadoras, pero quién sabe si bastante certeras, ya han
dejado caer que el desfase entre afiliados declarados y reales puede
deberse a que, con este milagro digno de los Evangelios, resulta más
fácil blanquear el dinero negro que suelen fagocitar nuestros
partidos. Pero seguro que son sólo infundios.
Otra
patita del modus operandi: las antiguas cajas de ahorros,
dirigidas por políticos y sus esbirros. Tras hundirlas, regalando
los cuartos a sus garrapatas extractivas, luego fueron reflotadas con
dinero público, unos 1.300 euros por cabeza. Esta semana han
aparecido datos interesantes: ¿Sabían que Caixa Catalunya, de la
que mediática y políticamente apenas se ha hablado, nos ha costado
más cara que la célebre Bankia?
Se
ve que no sólo los Pujol tienen bula. El ex-ministro socialista
Narcís Serra, el mismo que metió en la cárcel a Mario Conde por
mal banquero, fue el que después destruyó esta caja con la
colaboración de lo más granado de la sociedad catalana. Don Narcís
tenía ganas de jugar a las finanzas, por lo visto, pero en lugar de
decantarse por el inofensivo Monopoly se fue a vivir dentro de
nuestra cartera. Está imputado, es cierto, pero se trata de esas
inculpaciones tan benévolamente garantistas como la que deleita a
Oleguerín, así que fora nirvis. El oasis catalán era esto,
al parecer.
El
inagotable asunto de las cajas nos ha dejado estos días otra estampa
entrañable: IU quejándose como quien no tiene nada que ver en el
asunto (¿conocen la chufla de Franco en Oviedo: “creo que a ése
lo fusilaron los nacionales”?), cuando incluso dormían en los
Consejos de Administración de estas instituciones, recibiendo además
generosísimos créditos nada menos que de Blesa. Aseguran que
deberían pagar el pato los accionistas, no los ciudadanos. El
problema, entre otros, es que las cajas no tenían accionistas.
Maestros Ciruela...
(disección publicada en El Mundo-El Día de Baleares)
(disección publicada en El Mundo-El Día de Baleares)
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