(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
No
soy muy partidario de dedicar estas disecciones a los temas más
mediáticos de la semana, pero respecto al circo Nóos que se ha
instalado en Palma me gustaría decir alguna cosa. Una de ellas me
urge imperiosamente. Le tengo aprecio a mi integridad moral y física,
y preferiría desviar de mí toda posibilidad de bullying
social. Por eso declaro que no tengo nada que ver con el fiscal Pedro
Horrach. En absoluto. No es familia ni tampoco conocido. Ni vecino ni
saludado. ¡Nada! Pertenezco a la rama pobre pero decente de los
Horrach. Gracias por su atención.
El
otro protagonista nóostico es Diego Torres. Con la de años
que llevamos hablando de este tipo y me tiene absolutamente
maravillado cómo se las ha arreglado para escamotear su condición
de menorquín. Mahonés, en concreto. Los medios, tanto nacionales
como isleños, apenas se refieren a su origen, y en parte entiendo
que se intente presumir sólo de los que descollan sin recurrir a
imputaciones judiciales (Sergio Llull), pero tanta omertà me
tiene intrigado. Ya sea mérito de Torres, ese Houdini del
gentilicio, o demérito de la prensa, ahí queda la hazaña.
Como
todos estos inventos cuya finalidad es trincar toda la pasta posible,
pública sobre todo, porque es la más incauta y facilona, Nóos
presumía de no buscar el ánimo de lucro. Y de hecho su ánimo no
era buscado sino que ya venía de fábrica, con más voracidad que un
niño de Etiopía en las hambrunas de los 80.
Con
las Diputaciones pasa algo similar. Al fin Ciudadanos y PSOE han
dejado sobre la mesa la propuesta de suprimirlas (aunque sólo sean
las de régimen común, una pena), cosa que ya debió realizarse
cuando en la Transición se crearon las Comunidades Autónomas. Pero
algunos próceres de la partitocracia se han mosqueado.
El
PP, ese partido que sólo practica la meritocracia en el arte del
expolio, esa banda que cuando gobierna te fríe a impuestos pero
luego paga las obras de su sede nacional en negro, anda muy ofuscado
con este proyecto de cerrar las Diputaciones. Todos sabemos porqué.
Pero ellos siguen intentando retorcer la realidad hasta la toxicidad
paternalista, convirtiendo lo que son organismos caros e
ineficientes, refugio de una legión de mediocres con carnet, en un
pilar esencial de cualquier democracia.
Pero
los pobres Rivera y Sánchez desconocen los arcanos de la sabiduría
mística de Maharishi Rajoy: somos sentimientos y tenemos muchos
seres humanos en nuestro interior a los que hay que alimentar.
Hágase.