lunes, 5 de diciembre de 2016

FIDELANDIA


Desolado me ha dejado la muerte de Fidel. Desde que una profesora del parvulario en La Soledad me arrebatara alevosamente una banderita del Real Mallorca que me había hecho mi padre no estaba tan afectado. Me gusta la gente perfeccionista, aquellos idealistas que son capaces de enhebrar filigranas minuciosas. Fidel era uno de ellos, un tipo exquisito y riguroso: prometió elecciones libres en 1959. Es cierto que hasta ahora no las pudo aplicar, pero sólo porque se consagró fulltime a engrasar el delicado mecanismo. Hay que hacerlo bien.
Lo admiro tanto que en homenaje a su memoria estos días he intentado imitar sus quilométricos discursos. No se trata de perorar horas de forma mecánica sino hacerlo con su intensidad imperial y hondo calado. Pero he fracasado: al poco rato tuve que abandonar, por laringitis. Mis cuerdas vocales quedaron en el intento más destruidas que Alepo tras un bombardeo ruso.
Por estos andurriales, los trasuntos de Fidel son fieles a sí mismos: ante la duda, suba los impuestos. El terrible neoliberalismo… La neolengua mediático-política asegura que se aumentan impuestos a tabaco y alcohol, pero ni cigarrillos ni licores pagan tasas: ¡Las pagas tú, pardal! No se tocan diputaciones, la plétora de ayuntamientos o las opacas fundaciones de los partidos. Mejor depuremos deleites, comparemos, como hace la OMS, a la carne roja con el plutonio. Cada día hacemos más contentos al Estado Islámico, asumiendo, aunque sea por afán recaudatorio, sus antediluvianos criterios de pureza. Da igual si somos imbéciles, pero al menos que sea una imbecilidad sana y limpia. Como decía Cansinos Assens sobre el fetichismo del políglota: ser tontos en siete idiomas.
Si en otros países emigran los menos preparados, aquí se va lo mejor y se quedan los peores al mando, que nos tienen como rehenes. Lo que de verdad perjudica nuestra maltrecha salud son ellos. Nos degradan sus teatrillos indigestos y sus discursos tumorales, su mediocridad absoluta y sectarismo profundo.
Mientras, Cort alcanza ya el estado de ciclogénesis política, no sólo por su burda gestión cultural. Parecen quintacolumnistas del PP poniendo las bases para la mayoría absoluta azul en 2019. Por su parte, Fina Santiago ha ido rebajando tanto los mínimos para recibir una ayuda social que en casa de los March fijo que también caerá algo estas fiestas. Y qué decir del grotesco lío de Podem, que ya parece una de esas reyertas etílicas a la puerta de un tugurio. Jarabo, cercado por los suyos, a lo mejor recuerda algo que le señalé en su momento en el plató de Canal 4: ganaste las primarias con sólo el 36 % de los votos. Tus rivales sumaban el 64 %.

 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

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