(disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
No
entiendo esta selectiva manía de imitar a los antiguos griegos
recreando sus JJOO o adoptando su insólita democracia pero sin leer
a Aristóteles y Sófocles de forma intensa. La pregunta es retórica,
claro, aunque no es retórico que antes que seguir los juegos
prefiero una sesión de Sálvame. Qué desgracia son unos JJOO
circenses que no incluyen el cricket, virtuoso cóctel de deporte,
arte y civilización, o que insultan al rugby, pues esta vez han
acogido, como si fuera un refugiado sirio en Turquía, al Rugby
Seven, pero eso es como un frito de Pascua sin sangre porque no hay
melé. No merecen quitarme ni un segundo de mi tiempo, aunque este
tiempo sea más inútil que los círculos de Podemos, pero esa es
otra cuestión.
Mejor
hablemos de toros. Hemos escuchado innumerables veces expresiones
como “Rajoy es una fábrica de independentistas”, que han dejado
un eco retumbante en los medios. Lo curioso es que apenas se maneja
su contrario “Mas es una fábrica de centralistas”, que
seguramente sería más cierto. Estas cosas evidencian por qué lado
se decanta mecánicamente el marco ideológico mediático. De igual
manera, siempre oímos “ultraliberales”, pero nunca
“ultrasocialdemócratas”; mucho “paraísos fiscales”, pero
muy poco “infiernos fiscales”.
Esto
lo digo porque el pasado jueves estuve en el Coliseo Balear, en el
que fue mi estreno en una corrida de toros en vivo. Siempre me ha
llamado la atención la tauromaquia, y suelo ver corridas en
televisión o en Youtube, especialmente de Morante y José Tomás,
pero por el motivo que sea nunca había pisado una plaza. Esta vez me
invitó mi gran amigo Enrique Dot, y fue una experiencia fantástica,
hasta el punto de que no entiendo cómo perdí años de mi vida
detrás de la política cuando los podría haber dedicado más
útilmente a la Fiesta.
Hace
muchos años que no se llenaba tanto la plaza palmesana con una
corrida de toros. Estaba casi a reventar. A ver si mis camaradas
plumillas se animan a escampar que los ayatolas del Govern y Cort son
ya una fábrica certificada de taurinismo masivo, porque están
despertando con su tendencia al antagonismo una afición dormida.
Ahí
estaba una gran parte de la sociedad balear, gente normal,
representativa de muchos sectores. Cuando hablamos de toros nos
perdemos en los estereotipos, como si un taurino fuera menos ético
que un antitaurino, cuando esa norma de demarcación es estéril, no
sirve para calibrar el músculo moral de cada uno. Sólo vale para
hacer maniqueísmo, rehabilitando ideas de pureza propias del
Medievo.
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