(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
No
es de extrañar que la izquierda, y más concretamente el PSOE,
considere que los trabajos que genera la industria turística, y la
empresa privada en general, son precarios. Ellos están acostumbrados
a bicocas como la del chaval Jordan Thomas, que sin estudios ni nada
y con sólo 20 añitos se llevaría al año, si no se hubiera visto
obligado a dimitir, 46.000 euros como asesor de la Conselleria de
Sanidad.
Son
multirreincidentes. Me acuerdo de Miriam Muñoz Resta, una chica sin
estudios cuyo blog era un festival del desfase: lo que hace el EI con
sus víctimas lo perpetraba esta afiliada del PSOE (concejal y
diputada) con la ortografía y la sintaxis. Pero esa incompetencia
absoluta le permitía llevarse cada mes unos 8.000 euros. Luego tú
te consagras a estudiar, te sacas un doctorado, idiomas, masters,
etc., pero te quedas una larga temporada achicharrado bajo el sol del
paro (incluso los presidiarios al menos están a la sombra).
Vivimos
en un país algo dadá, aunque muchas veces aspectos importantes de
esa extravagancia no quieran identificarse, en beneficio de otros más
convenientes. Por ejemplo, somos el único país europeo en el que un
líder regional como Mas cobra más (no iba a ser menos, con este
apellido) que el presidente del gobierno. Y en concreto 58.000 euros
al año de diferencia. También está el asunto de la sanidad
universal, que muchos han querido vender como el súmmum de la
normalidad (y del progresismo), pero que prácticamente sólo
funciona como tal en España. Será que Dinamarca, Holanda o Noruega,
epítomes de la socialdemocracia, son en realidad estados fascistas
encubiertos, quién sabe. Ventajas de vivir en la inopia informativa.
Luego
está la precariedad moral. No sé a ustedes, pero a mí me parece un
caso a trabajar con detalle por la psiquiatría que individuos
supuestamente defensores incondicionales de la vida animal deseen la
muerte (“Taurino bueno, taurino muerto” coreaban muchos el pasado
jueves en Palma) de semejantes que gustan de la tauromaquia. Es como
ese tipo del que en su momento me habló Nadal Suau: “he quedado
con mis amigos pacifistas para hostiar fachas”. Como dije la semana
pasada, estamos ante esa pureza que necesita odiar frenéticamente al
otro para sentirse superior.
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