(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Winston Churchill fumaba unos 10
puros al día y era alcohólico. Bebía de todo: whisky, vino,
brandy, champagne, lima Rose's. De hecho, era lo primero que hacía
al despertarse. Comía sin control, y detestaba la fruta. En cambio,
Adolf Hitler no fumaba, era abstemio, vegetariano y además ferviente
animalista. El austríaco habría sido un ejemplar ciudadano moderno,
al día en las normas de decencia. El inglés, por contra, sería más
vapuleado que Merkel, y en algún país de nuestro entorno tal vez ni
lo dejarían entrar. Sin embargo, fue el impuro Winston el que salvó
a Europa del empuje criminal del puro Adolf.
Es una sencilla paradoja muy
extendida. Hoy en día tenemos en el escenario a los criminales del
Estado Islámico. Como señalé en una disección anterior (Si matas, no bebas), estos campeones del asesinato truculento y
mediático son gente muy concienciadita, con principios. ¡Nada que
ver con nuestra modernidad desarraigada y hedonista, oigan! Ellos
saben perfectamente cuál es el Bien y el Mal. Y tampoco beben, ni al
parecer fuman. Gente muy sana e íntegra.
La semana pasada hablaba en mi
muro de Facebook con varios amigos sobre los grandes músicos de jazz
de los años 50 y 60. Es curioso que todos esos genios eran
drogadictos vitalicios, y a más de uno esa afición le costó la
vida. Había muy pocos inmaculados, y ya ni recordamos sus nombres
porque no aportaron apenas nada al canon jazzístico. Hoy en día los
jazzistas parecen ser más moderados con los polvos mágicos y los
licores tonificantes, y mira por donde no tenemos ni de lejos un
Coltrane, un Miles Davis o un Charlie Parker. Bach no necesitó
drogarse para ser el más grande, pero en ocasiones el estímulo es
lo normal.
En el fondo, todo es ambivalente,
las drogas también. Es el debate de siempre: disfrutar de un film
violento, ¿potencia lo peor que llevamos dentro y, por tanto,
estimula conductas agresivas? ¿O las apacigua y expía? El caso,
tanto en los jazzistas, en Bach o en Churchill, es estar ebrio de
algo, lo que sea. Porque la pureza en realidad acostumbra a ser algo
tóxico, por antinatural y porque se sustancia en la demonización
del otro, ese impuro desechable.
1 comentario:
Hoy en día ya nadie entiende a nadie. Te cuento como es por aquí por Argentina, y tomemos el ejemplo de Hitler: muchos de mis conciudadanos se quejan de lo de siempre (y con justicia, porque todos queremos vivir tranquilos y exigimos al estado porque pagamos los impuestos), robo, violaciones, asesinato, corrupción, etcétera. Hasta aquí bien; pero ha crecido un odio por los pobres que los hace la fuente de todo mal, es decir, ser pobre es un delito. En este sentido muchos expresan en las redes y foros que debería llegar otra dictadura militar para que "limpie" la sociedad y mate a toda la "negrada" (podrás encontrar palabras de esa naturaleza, no estoy dramatizando, así se expresan), o que necesitamos un Hitler para que haga lo mismo, o simplemente expresan que se debería poner bombas en las villas miseria (no sé si estás familiarizado con el término, son asentamientos de gente, viven en viviendas precarias y con muchas carencias). También está, por supuesto, el asunto del color de la piel, en Argentina ser blanco es lo correcto y tener la piel oscura es poca más que un delito y un pecado: si eres de piel oscura, probablemente seas un "villero" ladrón o asesino o algo por el estilo.
Podríamos escribir extensos tratados sobre estos temas, pero creo que es importante destacar al menos, la moral (¿doble moral?) dudosa de quienes consideran que por el color de su piel o porque han tenido una mejor vida, se sienten con el derecho a juzgar las condiciones de vida de otros, sin analizar por qué x personas están en x condiciones. Y por cierto a los pobres los consideran "x", entidades que no llegan a constituir un ser humano. Y lo malo es que gente así, hoy sería recibida en muchos lugares del mundo, un Hitler moderno sería recibido por muchos en muchas partes del mundo.
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