lunes, 13 de julio de 2015

CARISMAS ANTIPOLÍTICOS


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

La política actual nos está permitiendo observar detenidamente la ambivalencia de los caudillajes políticos. En muchos casos, aquellos líderes que generan más adhesiones, o al menos los apoyos más exaltados, no se corresponden con la eficiencia real del político que soluciona una gran parte de los problemas de la ciudadanía. En estos casos, la insolvencia gestora se oculta con excesos carismáticos (e ideológicos) destinados básicamente a reforzar el orgullo nacional. La idea de justicia se convierte así en comodín, una legitimación de cualquier discurso beligerante, si es vengativo mucho mejor. Porque no se trata tanto de cambiar las formas de hacer política como de eliminar a los adversarios del ramo. Y la obsesión por el rival suele hacer que, como decía mi maestro René Girard, uno acabe mimetizándose, al menos en las maneras excluyentes, con aquel que tiene delante. Si el amor y el odio son caras de la misma moneda, siendo sólo la indiferencia aquello otro, a la dualidad izquierda-derecha sólo escapa el equilibrio, el rechazo del antagonismo per se, huir del cepo estéril de las identidades.
La cuestión es que cuanto mayor es el blindaje identitario, menor interés existe por la verdad. Porque se busca apresuradamente una verdad entendida como certeza (no como búsqueda rigurosa y prolongada) que sirva a los intereses más inmediatos de cohesión grupal, no a un bagaje cultural general. Autocrítica cero, autocomplacencia la que haga falta y más. El narcisismo identitario ni tiene interés por la verdad ni tampoco por el fair play. Todos los males se olvidan por un ridículo pero movilizador culto al ego (caudillo/pueblo).
A todo esto, nuestro Artur Mas dejará, el 27S, ¿una Cataluña mejor o la habrá empeorado seriamente, a la vez que encabronado su relación con el resto de España? Y Varufakis, el superhéroe de ese populismo que está a la izquierda de la socialdemocracia (aunque a veces pretenda apropiarse de su prestigio), ¿qué ha hecho por los griegos, aparte de hundirlos todavía más en la miseria? En estos tiempos convulsos, cotizan al alza las figuras más vinculadas a la antipolítica, porque lo suyo no es hacer política (moverse respetuosamente entre disensos, respetar la pluralidad) sino transformar a la ciudadanía en una tribu, unanimizar actos y conciencias.

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