El historiador y periodista británico Timothy Garton Ash se trasladó a vivir a Berlín cuando tenía 23 años, en 1978. Allí permaneció 3 temporadas, residiendo en la parte occidental las dos primeras, aunque pasando de vez en cuando a la oriental con autorización de las autoridades comunistas, e íntegramente en Berlín Este la última. Sus motivaciones eran de tipo intelectual, pues pretendía acabar su tesis doctoral (en Oxford) investigando en los archivos de la ciudad (en el Archivo del Estado Prusiano y en el Centro de Documentación de Berlín) la resistencia al nazismo en el interior de Alemania. Sin embargo, y aparentemente sin motivación alguna, Garton Ash fue expulsado a finales de 1980.
Nueve años después el Muro de Berlín fue derribado, uniéndose de nuevo lo que la franquicia del bloque soviético había separado décadas atrás. En 1992 se abren los archivos secretos de la ya finiquitada República Democrática Alemana (de niño yo siempre confundía a la Alemania comunista con la democrática. No entendía todavía los peculiares giros de la neolengua estalinista), lo que permite a Garton Ash llevar a cabo otra investigación y saldar un capítulo de su pasado: ¿Qué causas llevaron a las autoridades comunistas a expulsarlo del 'paraíso socialista'? Se presentó de nuevo en Berlín, en la Junta Federal de los archivos del Departamento de Seguridad del Estado. Un archivo que le correspondía le estaba esperando. Estaba fichado por la Stasi, que primero lo registró con un número, el 246816, y después bajo el nombre de 'Romeo'. Su expediente contaba nada menos que con 325 páginas (1) en las que diferentes individuos a sueldo de la Stasi daban cuenta de prácticamente todos los días de la vida de Garton Ash en Berlín. Allí estaba todo, un collage exhaustivo y con vocación paranoica: informes de vigilancia diarios, fotocopias de artículos que Garton Ash escribió sobre Polonia, copias de sus notas y documentos fotocopiadas en registros secretos de la policía, etc. Lo más sorprendente y traumático: que algunos de los informadores habían sido amigos suyos. Él confió en esos amigos, los trató con cariño, les dedicó su tiempo, mientras que ellos ponían su vida en peligro. Por supuesto Garton Ash no pretendía acabar con el sistema comunista, no era un espía inglés, sólo trabajaba en su tesis, aunque parece que incurrió en pecados que la RDA no podía dejar pasar: "una actitud burguesa liberal y una falta de compromiso con la clase trabajadora".
En la RDA, como buen estado policial que fue, todo estaba controlado por el poder, en éxtasis permanente de celo. Pero el poder se expresaba en cada esquina, en cada rincón de la sociedad. El primer mandamiento de una dictadura comunista consiste en destruir la autonomía de la sociedad civil. De hecho, el miedo estaba totalmente generalizado porque cualquier persona podía ser un espía de la Stasi, y cuando digo cualquiera es cualquiera. Tu padre, tu hijo, tu mujer... La primera esposa del actor Ulrich Muhe informó durante los 6 años de matrimonio. Una activista política, Vera Wollenberger, descubrió al leer su expediente que su propio marido la había espiado desde el mismo momento de conocerse. O el escritor Hans Joachim Schädlich, cuyo hermano también era agente de la Stasi. Garton Ash tuvo suerte, pudo abandonar Berlín sin problemas serios, aunque muchos otros fueron menos afortunados.
Aunque equivalente a las Gestapo en métodos e intenciones, la Stasi sigue siendo escasamente conocida en España, sobre todo entre las nuevas generaciones. No se puede criticar u odiar lo que no se conoce, buena táctica. Pero fue un inmenso ejército de vigilancia (también de 'intravigilancia', pues la labor de muchos espías consistía básicamente en controlar a otros espías), apoyado por una imaginativa parafernalia tecnológica (2), que llevaba su labor hasta los extremos más minuciosos. Ya he dicho que el sistema de delaciones y sospechas se infiltraba en todos los sectores de la sociedad, y en este sentido los datos impresionan: en 1988, el Ministerio de Seguridad del Estado contaba nada menos que con 170.000 'colaboradores no oficiales'. Es decir, que uno de cada cincuenta adultos de la Alemania comunista tenía vínculos directos con la Stasi. En realidad, la Alemania de Honecker se parecía terriblemente a la Alemania de Hitler, como el imperialismo destructor del estalinismo era análogo al hitleriano, aunque sea un terreno común de nuestra realidad establecer diferencias entre ambos de modo que el primero nunca sea totalmente condenado.
Hace unos pocos años la película La vida de los otros retrataba a uno de esos espías, aunque añadía un detalle de ciencia ficción: en la película, el espía (interpretado por Muhe, precisamente) se arrepentía. Pero, como señaló en las fechas de su estreno la encargada de los archivos de la propia Stasi, Marianne Birthler, nunca se ha dado el caso de un espía de la Stasi arrepentido. También hay que tener en cuenta que, como buen sistema totalitario, las prohibiciones en la RDA eran muy imaginativas: uno no podía casarse sin la aprobación del ministerio; tampoco podías comprar una casa sin autorización; viajar al extranjero estaba sometido a permisos, por supuesto; incluso se prohibían cosas como dejarse barba...
Garton Ash cuenta esto y más cosas en un libro esencial para saber lo que nos depararía ese 'otro mundo posible' al que jalean no pocos publicistas del totalitarismo mesiánico. Está publicado en Tusquets (1999. El original es dos años anterior) y se titula El expediente. Una historia personal.
(1) Hay expedientes más voluminosos que otros. Por una parte, el del escritor Jürgen Fuchs cuenta con 30 páginas, mientras que el expediente del cantante Wolf Biermann tiene nada menos que 40.000.
(2) La Stasi era capaz de esconder micrófonos en cualquier lugar. Por ejemplo, llegó a intervenir todos los teléfonos de Berlín Oeste.